¿Es que muy pocos controlan las riquezas de un país o el mundo?

Para que existan y operen grandes empresas, sectores de gran peso en la economía nacional, regional o mundial, deben existir y prosperar muchos otros negocios, productores, alianzas, competencias y cadenas de apoyo, las que a su vez son fuente de empleo y actividad para innumerables personas.

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18 April 2017

Una de las leyendas más difundidas en nuestro tiempo es que en las democracias “unas pocas familias” controlan o poseen el noventa o el noventa y cinco por ciento de la riqueza de un país, como en una época se decía de El Salvador con la historia de las catorce familias.

Pero no sólo gentes sencillas lo piensan, sino políticos como Melanchon en Francia, Sanders y Hillary en Estados Unidos y la extrema izquierda en El Salvador.

Pero la riqueza, como la sabiduría o el poder de naciones, cambia rápidamente con el paso de los decenios, no digamos los siglos o los milenios. Las grandes fortunas de hace cien años en El Salvador o en Italia ya no existen o han mermado, al mismo tiempo que nuevos grupos de poder, que se miden en decenas de miles, ocupan esas privilegiadas posiciones, como los dueños de Facebook, los inversionistas de Apple o el fabricante de los vehículos Tesla en Estados Unidos, personas que ellos o sus familias eran “donnadies” hace cincuenta años, como las familias poderosas de El Salvador en mil novecientos veinte han casi desaparecido.

Tras estas leyendas se esconde otra creencia: si no fuera por el control de esos grupos de poder, “habría una mejor distribución de la riqueza y yo estaría mejor de lo que estoy”. Pues no estar bien no se debe a que “cuando pude estudiar no lo hice, cuando debí haber sido responsable no lo fui, cuando debí haberme empeñado en superarme desperdicié esa oportunidad”.

Esas oportunidades se dan en países democráticos y en paz, pero por desgracia no es el caso de El Salvador, donde los niños y jóvenes tienen cada vez menos posibilidad de formarse y además están expuestos al acoso de las pandillas.

Con el ataque a los productores, la población va perdiendo su sustento

Un país sin grandes empresas, donde hay una casi perfecta distribución de bienes y tierras, es Haití, que supera a Cuba en bienestar humano, como es el caso de naciones africanas.

Para que existan y operen grandes empresas, sectores de gran peso en la economía nacional, regional o mundial, deben existir y prosperar muchos otros negocios, productores, alianzas, competencias y cadenas de apoyo, las que a su vez son fuente de empleo y actividad para innumerables personas.

Y en esto volvemos a un viejo ejemplo nuestro: para que en una tienda o supermercado se venda una bolsa de azúcar, no sólo hay que producirla, procesarla, refinarla y transportarla, sino también empacarla en bolsas individuales, imprimir esas bolsas, colocarlas en cajas para moverlas de un lado a otro, embodegarlas... todo lo que a su vez involucra muchas personas, las que a su vez sostienen familias, almacenes que les suministran alimentos, que los transportan... es imposible que haya una gran empresa única manejada por robots, sin el sostén de muchedumbres.

Cuando un régimen, como el actual, se empeña en perseguir, saquear, acosar y calumniar a los sectores de trabajo, a maquilas, agroindustrias, siembras, lo que suministra bienes y salarios a la población, la consecuencia es incrementar la pobreza, forzando a la gente a trabajar en lo que pueden por lo que consigan, como la joven que sostiene sus estudios vendiendo dulces o el hombre que pela papas por dos dólares al día.

Y como contraste, la clase parasitaria despilfarrando dineros públicos.