El que dirige el oficialismo ha conmovido a la mayoría de salvadoreños exponiendo el triste caso de un número de sus correligionarios a quienes “no les alcanzan” para vivir, o en su caso vegetar, los raquíticos cinco mil dólares de su salario, por lo que --siguiendo el lenguaje coloquial criollo-- piden una “nivelación” hacia arriba, para igualar los dignos ingresos de los capitostes del partido.
El mensaje es elocuente y claro: los salvadoreños que se ganan el pan con el sudor de su frente deben prepararse para que les suban de nuevo, no sus ingresos, sino los impuestos que pagan, y que paga un número significativo de ellos en adición a las extorsiones que sufren.
La mayoría de ciudadanos debe contribuir al pan de los que lo reciben sin mayor esfuerzo, el pan para los zánganos de la colmena que es El Salvador...
El consejo que cualquier empresario daría sobre este asunto es que deje ir a quienes lo presionan, pues si tan seguros están de sus capacidades una vez que cesen en sus funciones, empresas y productores van a pelearse para darles empleo.
Todo es afilar el lápiz para redactar sus hojas de vida, su experiencia, sus conocimientos, datos sobre sus familias y lo que hacen.
Para ordenarse bien, pueden asesorarse con Sigfrido sobre las virtudes del ahorro.
En el mundo real, el del “sudor de tu frente” siguiendo el mandato bíblico, los salarios no se asignan a dedo como reparte el régimen los presupuestos nacionales, sino que responden a la productividad de cada quien, lo que incluye no sólo el salario directo, sino el costo de las prestaciones, más la infraestructura requerida para acomodar ese empleado o trabajador, más los costos financieros, más las esperadas ganancias a la inversión.
Pues si eso no se cubre --los salarios, costo de prestaciones, infraestructura, etc. -- sale mejor para los inversionistas poner su dinero a ganar interés en un banco. Inclusive en bancos de países seguros, que no estén expuestos a que en un momento sus gobiernos confisquen todo.
¿Quién sostiene a los zánganos? Los salvadoreños con sus impuestos
Nuestro consejo al que dirige el oficialismo: si le ponen presión, deje ir a los presionadores y que ellos busquen su sitio en las cadenas productivas, ya que están tan seguros de sus capacidades.
Como dicen muchos, “ya quisiera para mí tus problemas” de que no les alcancen cinco mil dólares. Y para eso hay que asomarse a la ventana de sus burbujas rojas para ver lo que la gente en el país y más en estos momentos, hace para ganarse el pan, para sobrevivir la creciente crisis económica.
Vayan por los mercados y pregunten, hablen con los vecinos de barriadas tomadas por la delincuencia, con los agricultores a quienes les roban su ganado y sus frutales, a las familias que deben sostener con salarios modestos a sus hijos que estudian. Y al hacerlo, piensen que es gracias a esa gente sacrificada que pueden vivir y pasarla bien sin esforzarse; que sean los “de abajo” los que pongan el sudor.
En una comedia de Aristófanes, escrita hace dos mil quinientos y tantos años, la comunista del lugar habla de las maravillas que cada ateniense tendrá con el comunismo.
¿Y quién va a trabajar? --le preguntan.
“Los esclavos”, fue su inmediata respuesta...