Que los ricos son los que se oponen a que se decreten más impuestos, dijo Sánchez Cerén, ya que “el pueblo” se beneficia con las obras sociales y programas que se financian con lo recaudado.
Sería oportuno que definiera cómo determinar si alguien es “rico”, “acomodado”, mediano productor o pequeño negociante, pero no se necesita estar contando los centavitos que alguien tenga para catalogarlo, ya que las gremiales, a nombre de prácticamente todos los productores y su personal incluyendo las Pymes, se oponen a más cargas tributarias, pues la economía marcha mal y es a causa de cómo los exprime el gobierno que se ha prácticamente paralizado la inversión.
Los programas benefactoristas de los que habla brillan por su ausencia a juzgar por lo que se ve en cualquier hospital --los pasillos de hospitales con los enfermos en el suelo es un caso--, además de que faltan medicinas, las escuelas no reciben bonos para operar, hasta tiene problemas el Zoológico para dar de comer a los animales.
Es ingenuo suponer y afirmar que los impuestos sólo los pagan “los ricos” y nadie más, pues se ignora los efectos de cascada que hay en toda economía; lo que beneficia o perjudica a un sector de inmediato repercute en todo el cuerpo social.
Pero lo que es claro como el agua no lo logran ver los del partido oficial, comenzando porque toda carga tributaria es un costo de producción, y al ser un costo, de inmediato se traslada a los consumidores, sea a través de más altos precios, de problemas de calidad, de dificultades para satisfacer la demanda y así en adelante. Y eso se demostró cuando subieron el costo de las transacciones bancarias con la idea de que eso quedaría allí, que los bancos absorberían la carga, pero el sistema siguió la regla: pasar el tributo al consumidor y vía el consumidor directo a toda la población.
Los impuestos son como los glaciares: nadie es capaz de detener sus efectos y es la población entera la que paga todos los impuestos, afectando en mayor medida las familias de pocos o precarios ingresos.
Su improvisación quedó expuesta
al oponerse a los anillos periféricos
Los países no siempre se recuperan de una pésima administración pública, como es el caso de Cuba y en los últimos tiempos el de Venezuela.
Y la experiencia la tuvo El Salvador con la destrucción perpetrada por la guerrilla, que hizo que el país retrocediera más de cuarenta años en su desarrollo. Uno de los logros de los gobiernos de ARENA fue haber pagado la deuda e iniciado la reconstrucción.
Obviamente los que capitanean el oficialismo tienen una visión que no logra ir más allá de ver los efectos inmediatos de medidas, regulaciones, leyes y actos.
Y por eso la regla es oponerse a todo lo que proponga su oposición, como sucedió con los anillos periféricos y la construcción de carreteras durante la presidencia de Francisco Flores: se opusieron ciegamente a los anillos periféricos con la consecuencia de que ahora para alguien que quiera ir de Soyapango a Santa Tecla no puede usar un anillo de los proyectados, sino que está forzado a atravesar la capital, las colonias al surponiente y desarrollos como la Merliot hasta llegar a su destino.