Desde Dresden, Alemania…

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Por Elizabeth Castro

14 April 2018

He venido por razones profesionales y turísticas. Visité la Fábrica Acristalada de Volkswagen, donde las partes importantes de los vehículos se montan sin mayor esfuerzo con la ayuda de modernos robots que tienen hasta diez grados de libertad y una precisión milimétrica, los obreros visten de blanco y el piso es de parque de madera…

Por otro lado, la empresa KBA fabricante de las más modernas máquinas offset que imprimen hasta de 20,000 folios por hora, con tal calidad que lo impreso parece real y en tres dimensiones…

Luego en Meissen, la fábrica de porcelana Meissen, que existe desde 1770 y que industrializan con gran delicadeza el arte de la porcelana de lujo.

El viernes visitamos la empresa Adidas en Herzogenaurach y por la noche estuve acompañando a mi amigo Klaus Becker en un conversatorio sobre medio ambiente con un diputado del partido CSU.

Resuelto lo técnico, quiero comentarles lo impresionante del ordenamiento, la limpieza y belleza de Dresden, capital del estado de Sajonia. Así como el espíritu heroico de las dos generaciones anteriores, todas las instituciones gubernamentales y los miles de donantes, que decidieron trabajar unidos durante muchos años para reconstruirla y hoy tener una mejor ciudad para ellos y sus descendientes, después de los tremendos bombardeos de las fuerzas aéreas aliadas que la destruyeron por completo las noches del 13 y el 15 de febrero de 1945, poco antes que finalizara la Segunda Guerra Mundial.

Visité el “Panometer”, un edificio circular de 25 metros de alto y 105 metros de perímetro que antes era un gran depósito de gas y actualmente es una sala circular, en cuyo interior y desde una plataforma en el medio se puede observar y sentir, desde diferentes alturas, el tremendo bombardeo, mediante luces, sonidos y estruendos sincronizados; y después, ver como amaneció la ciudad con todos sus edificios y el centro histórico completamente destruido.

Es admirable la capacidad de reconstrucción de todos los edificios institucionales y religiosos de la ciudad. La última obra finalizada recientemente fue la Frauenkirche o Iglesia de las mujeres, que es preciosa tanto en sus exteriores como en el interior.

Es imprescindible visitar la Opera Samper y los edificios Zwingwer, donde se pueden ver excelentes colecciones de porcelana; es impresionante la galería de pintura de los maestros antiguos y el gran muro que muestra a lo largo de toda una cuadra el Desfile de los Príncipes, cabalgando sus grandes corceles, y después, degustar en uno de los restaurantes clásicos de la terraza de Bruel la gastronomía de Sajonia acompañada de la exquisita cerveza alemana pils.

Cuando estudié en Alemania, en los Sesenta y Setenta, no pude visitar esta región, porque aún existía el Muro de Berlín y la Cortina de Hierro, pero hoy me siento feliz de conocer Dresden. Me habían dicho que el centro histórico es uno de los más bonitos de Alemania y aunque todas las ciudades los reconstruyeron tal como eran antes de la guerra, este es amplio, esplendoroso y con todos los servicios de restauración y suficientes parqueos.

Es admirable la sincronización del transporte público con buses de doble calado y tranvías, pero lo que más impresiona es la tranquilidad y la seguridad de esta bella ciudad y su empuje económico.

Sin duda, hace falta más de tres días para conocerla, y en cuanto pueda, volveré.

Columnista de

El Diario de Hoy.

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