En declaraciones a este Diario hace unos días, el rector de la Universidad Centroamericana habla de una “justa distribución de la riqueza”, sin especificar ni maneras para llevar a cabo tal reparto, ni cómo definir si algo es “justo” o no lo es.
“Justo” para nosotros es fundamentalmente lo que se ciñe al orden de leyes, que dan a cada quien lo suyo.
En este El Salvador hay repartos de repartos y garduñas de garduñas, que se reducen a dos modalidades: la riqueza, raquítica en nuestro suelo, que se asigna al Estado, el señor Estado que no aparece por ninguna parte, y lo que naturalmente toca a cada persona que participa o es sujeto pasivo (un recién nacido) en la actividad económica de un país.
Y en esa esfera hay dos formas de repartir, repartir como un hecho distinto a devengar: una a través de servicios públicos y obras relacionadas, otra lo que un gobierno asigna a dedo, desde los viajes inútiles y la enorme empleomanía del actual grupo en el poder de este país, que “creó” cuarenta mil plazas para sus allegados y brigadas de agitadores, los que andan en griteríos y amenazan por las calles.
El reparto de los servicios se efectúa vía medicamentos y servicios, pero si en los hospitales los enfermos apenas los reciben mientras hay una clase burócrata enorme... algo anda muy mal.
Y en esto se nos vienen a la memoria las prédicas del beato monseñor Óscar Arnulfo Romero y su denuncia permanente contra abusos y corrupción; ¿habría tolerado los desmanes de Mauricio Funes y el saqueo que se perpetra al país no en beneficio del pueblo, sino en provecho de la nueva clase gobernante?
Hay que escuchar a los productores y conocer sus problemas
Toda institución asigna sus recursos de acuerdo con las jerarquías de trabajo, a los aportes que cada grupo y persona hagan al esfuerzo común.
Un rector está en la escala superior en cuanto a ingreso personal, como sucede con el gerente de una empresa; sólo en Cuba se da aquello de “todos ganando el mismo salario”, pero lo ganan no por su empleo, sino por la tarea que les asignan, como se asignan tareas en las cárceles y los campos de concentración.
El empleo en una sociedad libre es el mejor “y más justo” mecanismo para repartir riqueza, comenzando que para crear un puesto de trabajo una empresa invierte entre ochocientos y un millón y medio de dólares, lo que es el inicio del “justo reparto”.
Y una vez incorporado a un núcleo de producción, el empleado se beneficia de equipos, prestaciones, tecnologías, las experiencias, los contactos, el movimiento y, además lo que es muy importante, la posibilidad de capacitarse y ascender en jerarquía, pasar de inspector a jefe, de jefe a subgerente y así para arriba.
En esto debe conocerse además la visión de los productores, hablar con los responsables de un almacén, de una fábrica, de una agroindustria para oír sus respuestas, aclaraciones, conocer el lugar de trabajo, hablar con trabajadores, ver los productos que elaboran, los problemas de venta....