Una propuesta de futuro

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Por Elizabeth Castro

13 April 2018

Para ganar en 2019 se debe construir un proyecto político que no solo le apueste al crecimiento económico y a la eficiencia estatal, sino que también se atreva a saldar la deuda entre lo que nuestra democracia y sus gobiernos le han ofrecido a los salvadoreños y lo que esperamos de ella hacia adelante. Para atender esa deuda, lo primero es reconocer que esa deuda existe y que de no hacer nada al respecto, pondríamos de nuevo en riesgo la democracia misma.

Existe una propuesta que ya lo dice con franqueza y que busca atenderla: una Nueva Visión de País del precandidato Carlos Calleja. En ella destacan dos pilares: poner nuestro país por encima de nuestras ideologías y diferencias y poner el estado al servicio de cada salvadoreño. Y hacerlo en serio.

Hay que recalibrar la balanza ideológica entre las extremas para limar las asperezas del capitalismo y retomar una reforma social que le devuelva el centro y fin del quehacer político al ser humano y su bienestar. Esto es lo que debe primar en una nueva forma de hacer política, aunque para algunos esa idea parezca una profanación de las desfasadas y reducidas etiquetas ideológicas “izquierda” y “derecha”. Y es que muy pocos podríamos atrevernos a negar que la mayoría de salvadoreños compartimos necesidades y aspiraciones que, de nuevo, a la mayoría, no se les han satisfecho o facilitado. Esto incluye el acceso a una educación de nivel y perspectiva global, una vivienda con todas las condiciones para llamarla digna, una alimentación que nos permita vivir sanos, un sistema de salud que atienda y recupere la oportunidad de trabajar sintiéndonos útiles y siendo productivos y la certeza que terminaremos el día sin un balazo en la cabeza.

La ola populista antiestablishment que ha azotado en años recientes a nuestro continente es perversa. La caracteriza su burda simplificación de la agenda pública, el ofrecimiento de soluciones simples a problemas complejos, la descarada apelación a las emociones y su consecuente infantilización del electorado.

Esta es la oportunidad que ha motivado al único precandidato arenero con una propuesta de futuro, a formular y a articular una narrativa con la que el partido y su perímetro de apoyo ciudadano sí será capaz de persuadir a quienes están más vulnerables a ser seducidos por un falso mesías. Si bien el resultado de las recientes elecciones ha fortalecido a ARENA de cara a 2019, el partido que se jugará en ese entonces, es totalmente distinto. Se requiere jugarlo de manera realista, humilde, conciliadora e incluyente.

Es aquí donde el compromiso de este precandidato con el pluralismo y la racionalidad que exige insertar al partido y al país en una nueva era, no encontraría rival en la oferta populista que ya conocemos. Y es que esta nueva visión dista de ser meramente una estrategia electoral sin contenido ideológico: ya hay referentes de liderazgo en países desarrollados que son parte de este nuevo acervo del progresismo. Lo son Emmanuel Macron y Justin Trudeau. Ahora, curiosamente también lo quiere ser Mauricio Macri, que no obstante tarde pero atinado, ha visto la necesidad de modernizar su filosofía de gobierno, reconstruyéndola sobre la base de la igualdad de oportunidades y el respeto irrestricto a las aspiraciones personales.

Solo enfocándonos en la igualdad de trato y oportunidades para todos los ciudadanos sin excepción alguna, nos aseguraríamos de que podamos aspirar a nuestra autorrealización con el mínimo de obstáculos posibles. Ya está planteada esa Nueva Visión de País. Ya existe esa propuesta de futuro y quien la ejecute, solo falta validarla. No para que dependamos del Estado sino para empezar a saldar esa deuda con la dignidad humana que nos ha dejado la vieja forma de hacer política y empezar de nuevo a crecer como sociedad. Y hacerlo en serio.

Politólogo y Máster en Gobierno,

Liderazgo y Gestión Pública