"Nuestros trabajadores, obreros, mucamas, cocineras, la servidumbre, deben tratarse con cariño, pues son parte de nuestras vidas, escribió Giovanni Rucellai en el siglo XV, un consejo que tiene validez en cualquier época, pues en todos los tiempos hay personas de buen trato, indiferentes, groseros y brutales, como se describen a muchos jeques del Medio Oriente que contratan trabajadores del Asia y los convierten en esclavos.
Ya hemos narrado que Luis XIV de Francia, el Rey Sol, jamás paso al lado de una mujer, fuera una gran dama o la fregona que limpiaba de rodillas el piso, sin saludarla levantando su sombrero.
La vida de Rucellai es un ejemplo para todos los tiempos. Nació y quedó huérfano y pobre muy joven, pero su inteligencia, su capacidad de trabajo, y la buena fortuna le llevaron a formar un importante patrimonio en la Florencia de su tiempo. Y cuando tuvo el dinero inició, como legado para la ciudad y para su familia, la construcción de un gran y hermoso palacio, el Rucellai, el de la majestuosa corniza que lo corona, obra del arquitecto Leon Battista Alberti que es uno de los esplendores del Renacimiento italiano.
El Palacio era el centro de los negocios de Rucellai y la vivienda de su familia; Rucellai legó la majestuosa obra a sus herederos, que al día de hoy, quinientos años más tarde, siguen viviendo en él, miembros queridos de la aristocracia florentina.
La regla es que en países como el nuestro la mayoría de empleadores tratan con cortesía a su personal, llegando a forjar lazos de afecto y amistad perdurables.
E igual con las y los empleados domésticos, muchos de los cuales en su vejez siguen viviendo en casas donde cuidaron a los niños que se transforman en adultos agradecidos.
Hasta por consideraciones “prácticas” los consejos de Rucellai tienen tanta validez en cualquier tiempo: es más eficiente una unidad productiva cuando existe armonía y comprensión entre todos, que al no haberla. Y el ejemplo de las consecuencias de malos tratos al personal se resumen en el consejo de “no pelearse con la cocinera” ni menos burlarse del cocinero chino del barco...
Cuando sindicatos cerrados y dogmáticos son la peor rémora al progreso
Evidentemente los descendientes de Rucellai mantuvieron la buena práctica durante el medio milenio que ha transcurrido desde su muerte, fácil en una ciudad como Florencia donde los pobladores son razonablemente cordiales, pero no en las fábricas del norte, donde se dan casos de capataces que le gritan a los obreros muy “italianamente” cuando están lejos del terruño donde vinieron al mundo.
Y gritar tiene su razón en las fábricas por el ruido de la maquinaria, la falta de paneles acústicos, el calor, el estruendo vehicular en las calles aledañas, etc. Son pocas las fábricas ubicadas enmedio de jardines maravillosos, como la ya clausurada Olivetti.
Y no agrega a la paz general la actitud de los sindicatos italianos, la peor tragedia “social”,del país, la principal rémora a su progreso.
Lo que “mutatis mutandis”, de acuerdo a las condiciones de cada nación europea, puede decirse de sus sindicatos, mentalmente cerrados y por lo general antagónicos a la innovación y las prácticas que mejoran eficiencia.
Hay muchos otros hermosos palacios en Florencia como a lo largo y ancho de la península italiana, desde templos romanos hasta arquitectura contemporánea.
Traten con cortesía y cariño, a quienes trabajan con ustedes..."
Hasta por consideraciones "prácticas" los consejos de Rucellai tienen tanta validez en cualquier tiempo: es más eficiente una unidad productiva cuando existe armonía y comprensión entre todos, que al no haberla.
27 February 2017