En los tiempos previos al lanzamiento del brutal ataque a El Salvador, los comunistas se dieron a la tarea de agitar en las calles, perpetrar secuestros y asesinatos, extorsionar y fomentar una agitación sindical sin precedentes en la región, lo que llevó a la quiebra o a la salida de empresas del país, convirtiendo la zona franca de San Bartolo en un cementerio.
En ese entonces los sindicatos mordieron el anzuelo, sin darse cuenta de que serruchaban la rama donde estaban sentados y destruían lo que les mantenía a ellos y a sus familias.
Las exigencias, desplantes, amenazas y agresiones sindicales, incluyendo secuestrar plantas y sabotear la producción, muy pronto llevaron al cierre de empresas como la Texas Instruments y varias maquilas electrónicas. El desparpajo resultante causó el éxodo de cientos de miles de salvadoreños que quedaron sin empleo y de allí a la formación de las pandillas criminales que asuelan el mundo y nuestro país, sólo hubo un paso.
Los sindicatos de hoy aprendieron al menos parte de la lección: exigir lo imposible de cumplir destruye lo que les da de comer...
Como los sindicatos y el personal de las empresas no tienen intención de destruirlas, es el grupo en el poder el que ahora echa mano de demandas imposibles para llegar a lo mismo, destruir el sector productivo, hundir el país en un nuevo caos. Esas demandas son la imposición de “salarios mínimos” que muchas empresas no pueden pagar, lo que les llevará a la quiebra.
Son esas quiebras las que se busca la extrema izquierda para hundir a El Salvador en un desmadre económico; si el golpe no se logra con el salario ahora decretado, simplemente lo suben y lo van subiendo hasta que trabajar e invertir en El Salvador será tan difícil como lo fue en los Años Ochenta, cuando nuestro país retrocedió en más de cuarenta años.
Los comunistas en la opulencia,
el pueblo sufriendo hambre
A los comunistas, como lo demuestra el caso venezolano y asimismo el caso cubano, no les afligen las hambrunas, la pobreza extrema, la carencia de servicios de “las masas”, si, como contrapartida, ellos disfrutan de bienes, privilegios, del trabajo de esclavos, de amasar sus propias fortunas como la de los Castro, calculada por la revista Forbes en un billón de dólares.
La violencia extrema que se padece en el país, resultado en parte de la ineficiencia de las autoridades para combatirla, no es lo que preocupa ni de lejos al gobierno actual, sino imponer de manera inconsulta “salarios mínimos” que quiebren empresas y sectores.
Que este año finalice con cinco mil trescientos homicidios, homicidios en su mayor parte de personas inocentes, no aflige al oficialismo; lo que buscan es “combatir la oligarquía” y, en el proceso, incrementar la pobreza de los pobladores.
Como dijo la ministra de Trabajo, muy sentada en su puesto, los empleos que pueden perderse no le preocupan, pese a que “esos empleos” ya suman dos mil setecientos directos a causa del cierre de las maquilas, más los perjuicios a las comunidades donde viven los cesantes.
El nuevo año, de descuidarse las fuerzas vivas del país, puede profundizar la crisis que se sufre, hundirnos en la insolvencia, agudizar las mortandades y generar hambrunas como las que sufren los venezolanos, cuyo régimen que no tiene dinero para dar de comer a la gente, está comprando armamentos...