Los veinticinco años de la firma de los "Acuerdos de Paz" deben hacer reflexionar a los salvadoreños sobre lo que se ofreció y no se cumplió, no parece que va a cumplirse y deja al país muy vulnerable a las disposiciones de un grupo de marxistas cuya nula convicción democrática les lleva a sobreponer sus conveniencias políticas a lo que son principios fundamentales de la civilización y el Estado de Derecho.
A distancia, a juzgar por lo que advirtió a los colombianos el expresidente Álvaro Uribe, pactar acuerdos con guerrillas como fue el caso de El Salvador puede llevar a un descalabro de la democracia y el establecimiento de regímenes dictatoriales.
La guerra, sentenció Clausewitz, es una continuación de la política por otros medios, como la política, agregó Foucault, es una continuación de la guerra. Y esa segunda variante parece tener lugar en nuestro suelo, a medida que el grupo en el poder endurece posturas, alimenta el doble juego de ser “gobierno” y “oposición” a la vez y a través de populachos y griteríos ataca a la oposición, amenaza a la Sala de lo Constitucional, coacciona medios, está generando una crisis económica y ha llevado a El Salvador al borde de la insolvencia a través de un imparable endeudamiento.
El estallido en 1993 del buzón de Santa Rosa en Managua, donde una de las facciones que integraron el FMLN escondió un enorme arsenal, pone al desnudo algunas diferencias entre el gesto formal y la realidad de lo que está sucediendo.
Para muchos lo que se firmó no fueron acuerdos que obligan a un cumplimiento, sino más una tregua como las que se han venido pactando con las pandillas.
Construir un país democrático es tarea de todos los salvadoreños
Ninguna sociedad pacta el establecimiento de dictaduras, lo que equivaldría a venderse como esclavos. Los alemanes eligieron a Hitler en comicios libres bajo el entendido de que respetaría el orden democrático, como los venezolanos eligieron a Chávez creyendo en lo mismo.
El FMLN, al acordar convertirse en partido político y tomar parte en elecciones, estaba aceptando el juego democrático y sus reglas. No es lícito ni moral incorporarse a una liga deportiva para luego, a medio encuentro, pretender imponer nuevas reglas, ignorar a los árbitros y amenazar a los jugadores contrarios, como están haciendo los efemelenistas.
Al aceptar participar en un proceso para alcanzar la paz, la guerrilla se comprometió a respetar la democracia y acatar sus normas, pues habría sido impensable que el país aceptara otra postura.
Entre esos acuerdos estuvo el de modernizar instituciones, hacer del Ejército una entidad no deliberante, independizar la Fiscalía y renovar lo renovable, por ahora, en la administración de justicia.
No se pueden concebir “acuerdos” en el sentido real de la expresión, que dejen espacio a venganzas, a las amenazas y hostigamientos de opositores, al espionaje a instituciones que operan plenamente dentro del marco de la ley, a mantener una doble moral frente a la corrupción, tolerar a unos pero perseguir a otros.
Construir nación es tarea de todos los salvadoreños.
“Para volar se necesitan dos alas, una izquierda y una derecha...”.