Un grupo que se identificó como excombatientes del FMLN y del ejército dijo que no hay nada que celebrar en este aniversario de la firma de los “acuerdos de paz”, pues cada día hay mayor pobreza y la violencia golpea cada vez más a los salvadoreños.
El “sueño revolucionario” cautivó a incontables jóvenes que fueron reclutados, a los que deben sumarse aquellos que de niños fueron forzados a participar y no murieron, los que entraron a la guerrilla por vivir cerca de campamentos, por haber sido indoctrinados en aulas de secundaria y universitarias. Todos ellos dejaron su juventud, sus familias y su futuro.
De esa tragedia dan testimonio ellos, a lo que debe sumarse la tragedia que ahora vivimos la mayoría de salvadoreños, obligados además a sostener un proyecto de extrema izquierda que está empobreciendo el país a través de impuesto y otras cargas fiscales.
En el discurso oficialista con motivo del aniversario, en vez de hacer un llamado a la unión y una promesa de rectificar las malas actuaciones, se vuelve a la carga sobre el manoseo de las pensiones de los trabajadores para sacar al gobierno del agujero fiscal que él mismo ha cavado; es más, ni siquiera se mencionó la inseguridad que padece el país, mucho menos se tocó, el problema de las maras, sino que se volvió a las viejas diatribas y se concluyó sin haber aportado nada nuevo al debate nacional.
Dijo el Obispo Auxiliar:
se debe pensar en el país
Por su parte, el Obispo Auxiliar de San Salvador, Gregorio Rosa Chávez, advirtió que se firmó la paz pero no hay “reconciliación”. “Se necesitan dirigentes que piensen por el país”, agregó.
Los que no piensan por El Salvador son los miembros del grupo en el poder, que continúan actuando como cegados a causa del fanatismo que los envuelve. Y el discurso oficial es una demostración de ello: no hay un mensaje que sirva de base para construir, sino únicamente para continuar en la ruta del desastre.
Se anunció además que está listo un decreto para “la reconciliación”, lo que equivale a promulgar una ley que haga felices a todos los salvadoreños, algo similar al “buen vivir” que pregonan continuamente en sus “encuentros con el pueblo”, reuniones que se programan para que el presidente y sus acompañantes reciban palmaditas en la espalda.
Lo que da a entender el Obispo Auxiliar es que una cosa son amores y otra amables palabras. Y por amores deben entenderse hechos y actuaciones que efectivamente restablezcan la confianza, que mejoren los servicios públicos (los únicos servicios a los que tienen acceso los enfermos y sectores débiles de la población), que haya un alza en la disponibilidad de empleo —otra promesa con la que se llenan la boca los que ahora lo socavan—, que se refuerce la seguridad de los ciudadanos.
Pero en vez de mejorar, los asesinatos continúan diezmando a la población, como el caso de dos personas muertas cuando intentaron escapar de sus secuestradores, un resabio de sicópatas que mataban por el prurito de matar.
Se necesita gente que piense por el país o que al menos piense con sentido de decencia, de encontrar la verdad, de querer hacer patria, de contribuir al bienestar de todos los salvadoreños.
Que piensen como personas decentes.