En períodos de crisis no deben subirse los impuestos.
A menos de dos semanas de haber sido electo presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado ya anunció alzas en los impuestos, incluyendo suprimir el actual impuesto de ventas y reemplazarlo por un IVA del quince por ciento.
El presidente electo hereda una situación fiscal muy difícil, resultado de previas políticas y una burocracia muy inflada, gastos estatales que sobrepasan el ingreso, pensiones “de lujo” que debe recortar, excesivas regulaciones... además de un déficit fiancing, impresión de dinero, que ha elevado el precio de un dólar a quinientos sesenta y ocho colones.
Tanta burocracia, tantas regulaciones y tantas cargas fiscales han ya hecho de Costa Rica el país más caro de la región, al punto que los costarricenses que pueden viajan a El Salvador, a México o hasta España para comprar desde ropa y electrodomésticos hasta cereal para el desayuno. Llenar la carretilla del supermercado cuesta el doble en San José que en Guatemala o Panamá.
Pero esos precios altos no puede pagarlos un creciente número de costarricenses, que se ven forzados a dietas de arroz, frijoles y huevos, con pocas proteínas animales, lo que golpea también a los niños.
En parte los gastos estatales se invierten en la enseñanza y asistencia sanitaria, pero mucho también se va en una enorme burocracia y en programas que no llevan a ninguna parte.
El presidente electo dijo que se trabaja en una “modernización” del sistema tributario, lo que en todas partes quiere decir aumentar las tasas progresivamente y refinar controles, espulgar hasta el último centavo que ganan productores, todo, desde luego, para aportar más recursos a un Estado insaciable.
¿Qué se ofrece a cambio del mayor desvalijamiento fiscal? Lo de siempre: promesas... incluyendo un transporte eléctrico que mejor lo licitan a operadores privados y no lo ponen en manos de la burocracia.
Pero todo saqueo tiene sus enormes costos, ademas del encarecimiento creciente de vivir, comer y satisfacer necesidades básicas: hay menos capital para invertir, lo que significa menos nuevo empleo; hay menos capital para renovar tecnología, menos capital para hacer más competitivas las empresas costarricenses, lo que mutatis mutandis se puede decir de cualquier otro país centroamericano.
El presidente dice que fomentará programas para generar empleo, pero no tiene sentido quitar recursos a los emprendedores que en el curso de su quehacer generan empleo, para que sea el gobierno el que lo haga.
En tiempos de crisis, difíciles, lo que procede, como hizo Reagan y antes Kennedy, es bajar impuestos y cortar burocracia, no lo contrario, como está haciendo Rajoy en España en detrimento del país.
Nada aprenden mejor que desplumar a la gente
En nuestro El Salvador los efemelenistas han decretado veintidós nuevos impuestos, elevado aranceles, inventado aportes a la seguridad, etcétera, sin que tales cargas mejoren nada aunque empeoran todo y, encima de ello, llevan a que a través de maniobras diversas, lo que son dineros públicos terminen en bolsillos privados, los bolsillos de gente de la nueva clase política.
En Costa Rica hacen igual que en El Salvador: si falta dinero, no recortan gastos o revisan procedimientos para hacer más eficiente una tarea, sino que simplemente demandan mayores ingresos, más impuestos.
Nada aprende un burócrata con más rapidez que el arte de desplumar a sus connacionales.