Venezuela es un tétrico ejemplo de lo que sucede cuando izquierdistas tienen una “política monetaria”, como la tuvo Argentina bajo Cristina Kirchner y Nicaragua en el primer régimen sandinista; se cae en una imparable inflación en la que “el Estado” deja de cobrar impuestos porque no tiene sentido cobrarlos en dinero que día a día pierde valor.
¿Cómo se financia un régimen en tales circunstancias? Muy simple: imprimiendo dinero, papeles que pasan como dinero pues sirven como medio de pago, aunque quienes reciben esa basura tratan de salir de ella tan pronto como pueden.
Es claro que al desatarse una inflación monetaria una economía cae en la desgracia, pues los ahorros en moneda local dejan de tener sentido y la gente comienza a guardar sus patrimonios, del tamaño que sean, en bienes tangibles, metales preciosos, monedas extranjeras, cuentas en el exterior.
En la posguerra europea, el período entre el final de la conflagración, 1945, y el inicio de la reconstrucción, 1950, los anillos de matrimonio, los chocolates, cigarrillos, objetos de arte, seda, ocuparon el espacio que las monedas no podían llenar.
Entonces se produce el proceso inverso; la gente gana confianza en la nueva y estable moneda, más cuando se descartan los viejos signos monetarios y se comienza a trabajar e invertir con vista al futuro.
En Venezuela se ha caído en una situación grotesca: como no hay nada que guardar, pues ni siquiera pan consigue la gente, el sistema económico se tranca; las fábricas apenas funcionan y son muy pocos los que van a arriesgarse metiendo mano en lo único que vale en el país, la droga, pues es ese el campo de siniestras figuras, unos generales, Diosdado Cabello, los traficantes a menor escala.
El desastre lo reconoce el mismo Maduro cuando anuncia que al corto plazo Venezuela entrara en una “economía de producción”, lo contrario de lo que ahora impera, la economía de la no-producción, la economía del hambre como la que impera en Cuba, donde no hay mayor inflación porque no hay transacciones monetarias significativas, fuera de cambiar las “remesas” que las familias cubanas envían desde Estados Unidos y el exterior a los pobres parientes que quedaron metidos en la enorme cárcel.
Se dejan de contar los billetes
para pesarlos, como en Bolivia
En El Salvador, como ya lo dijimos, no hay ni puede haber, a Dios gracias, política monetaria propia, pues la moneda es el dólar y el dólar lo definen los bancos centrales estadounidenses siguiendo directrices de la Reserva Federal y el Ejecutivo, que se rige por una política contradictoria, estabilidad monetaria y fomento del empleo.
Eso es una consecuencia de los tiempos en que los sindicatos forzaban alzas salariales por encima de la productividad, lo que daba lugar a echarle más agua a la sopa para que alcanzara.
Y la cosa funcionó hasta el momento, pero está por verse lo que va a deparar el futuro cuando más monedas sean reserva, desde los euros hasta el yuan chino.
Tal cosa complicará la labor de las reservas federales (cada Estado de la Unión tiene la suya) pues ya no serán los únicos chicos guapos del barrio.
Nuestra América ha sufrido horrendas inflaciones, como la de Nicaragua donde un dólar llegó a valer doscientos cincuenta millones de córdobas en los Años 80, hasta la de Bolivia en la misma época, donde no se contaba sino se pesaba el dinero.
Venezuela y su política monetaria: imprimir más y más dinero
El desastre lo reconoce el mismo Maduro cuando anuncia que al corto plazo Venezuela entrará en una "economía de producción", lo contrario de lo que ahora impera, la economía de la no-producción.
30 November 2016