“Cultura de la paz” y cultura de a de veras

Cultura es tener un mínimo de educación, respetar al prójimo, hablar sin ofender, comportarse ciñéndose a reglas básicas al movernos en espacios públicos, tratar con otros, comprar, vender, ser un vecino tranquilo.

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04 December 2016

La paz es un estado al que se llega por la cultura, muy distinto a lo que se viene promoviendo como “cultura de paz”, que consiste en forzar estados mentales sobre poblaciones acosadas, amenazadas o ya convertidas en rebaños.

Esas dos dispares concepciones sobre la cultura marcan la diferencia entre la cultura entendida como un estado propio de la civilización, y lo opuesto a ella, como el falso  “buen vivir” pregonado  regímenes que más y más asumen posturas dictatoriales, que están causando descalabros económicos, que no pueden proteger a la población de las bandas criminales y que toman a los países como sus fincas.

Cultura es tener un mínimo de educación, respetar al prójimo, hablar sin ofender, comportarse ciñéndose a reglas básicas al movernos en espacios públicos, tratar con otros, comprar, vender, ser un vecino tranquilo.

Cultura es reconocer los principios morales que rigen la civilización, tal como la tradición bíblica nos dice que los recibió Moisés del mismo Dios, diez principios que liberan al hombre para actuar y vivir sin otras ataduras.

Hay además, a Dios gracias, numerosas personas que se ocupan por estudiar, saber de música, cuidar bien el entorno en que se desenvuelven, destacarse en las ciencias del espíritu, lo que eleva y enriquece el nivel cultural de un pueblo.

Los principios morales son como el tejido que cohesiona y da sentido a la vida de todos. Y la expresión más clara de ellos son los Diez Mandamientos: no matarás, no robarás, no levantarás falsos testimonios, no desearás la mujer de tu prójimo... O dicho en forma muy simple, no harás a otros lo que no quieres que te hagan a ti, el llamado imperativo categórico que fundamenta toda moral.
 

Los “valores” cambian
de acuerdo con cada época

 

Principios son distintos a “valores”, los que enriquecen y dan los retoques finales a la vida de todos pero que en alguna medida varían de región en región y de generación en generación.

La literatura es rica en tales ejemplos de cambios en los “valores” que imperaron en la época de Luis XIV y la Francia de hoy en día, no digamos entre japoneses de la actualidad y los samuráis de hace quinientos años, aunque todo japonés, desde oficinistas hasta médicos, secretamente cree ser samurái de corazón.

Lo que era “propio” en un pueblo dejó de serlo cuatro o diez generaciones más tarde, y lo que valen como reglas de cortesía entre los hindúes puede chocar en Gran Bretaña.

Que sea así es afortunado, pues maneras groseras a nuestros ojos, o lo que es propio de la barbarie, se han ido superando.

 Las buenas clases romanas tomaban como normal tener esclavos, lo que a su vez fue un “avance” sobre los “valores” de los cavernícolas que mataban a sus rivales y los comían.

En ninguna de las novelas de Alejandro Dumas se menciona que sus héroes, el gallardo D’Artagnan y los igualmente refinados mosqueteros de su entorno, tomaran un baño, lo que no era impedimento para las coquetas y ligeras damas que trataban en ese París de liviana moral.

Lo de la “cultura de la paz” es otra ocurrencia de los que sólo autoengañándose pueden pretender cultura, que apenas leen libros y nunca participan en los encuentros culturales de esta tierra.