El romano Marcial, creador de su propio género literario, los epigramas, dirigió sus más certeros dardos contra personajes de reprochables conductas, entre ellas un individuo que se encerraba bajo siete llaves, tapaba todos los resquicios de puertas y ventanas, reducía la luz...
Esto llevó al inmortal epigramista, quien vivió del año 40 al 104 de nuestra era, a preguntar: “Pero, ¿qué cosas haces, ¡oh, Flavio!, para esconderte en tal manera?”.
Una pregunta muy válida que se puede hacer al gobierno salvadoreño en vista de los continuados esfuerzos de sus funcionarios para esconder información, no responder a preguntas de comunicadores, negar acceso a documentos, alegar que no los encuentran o que han desaparecido...
El último incidente se produjo en Washington en una reunión del canciller Martínez con miembros de la comunidad salvadoreña allá: se prohibió la presencia de periodistas, por lo que algunos que se habían hecho presentes fueron obligados a retirarse.
Es obvio que lo tratado en la reunión fue sabido por los periodistas al hablar con algunos de los asistentes; por tal motivo lo que se dijo allí era un secreto a voces.
Evidentemente el Canciller está claro en eso, pero sacar a los periodistas del recinto obviamente era para evitar que se le preguntara sobre mucho de lo que sucede en El Salvador, de la turbia situación nacional, del fracaso en combatir la violencia.
El Canciller sin duda no quiere hablar de las investigaciones de enriquecimientos de funcionarios y de las indagaciones que se han anunciado sobre los patrimonios de personajes como los actuales presidente y vicepresidente, la salida apresurada de Funes, el lavado de dinero por el que la Fiscalía dice investigar al exdirector del ISS“S”...
Cacerola que se destapa
tiene guisos que huelen mal
Como es usual cuando se es parte de un gobierno que hace aguas por todos lados, quienes lo representan piensan que “en boca cerrada no entra mosca” y moscas requeteabundan en las cercanías de ciertos funcionarios y sus reprochables actitudes.
Martínez nada tiene que ver con esas gusaneras y, por tanto, no le toca hablar al respecto.
Nada menos en estos días se ha recordado el cuestionado pago de ciento ocho millones de dólares a los fabricantes del gran hoyo de El Chaparral, dinero que hace falta para corregir tantísimas carencias que sufren los salvadoreños pero que en un “magnánimo gesto” se entregó a los que parieron ese monstruo.
¿Es que sobra dinero para tirarlo a diestro y siniestro en forma tan irresponsable?
Que los efemelenistas han tomado al país como su finca y los presupuestos nacionales como su caja chica lo comprueban las declaraciones de los que capitanean al grupo de excelsos personajes: piensan aprobar el presupuesto pese a que la oposición ha denunciado reiteradamente que está desfinanciado y no cubre campos esenciales del quehacer público, como si el funcionamiento de los servicios de salud o el pago a proveedores de servicios lo arreglarán espíritus residentes en el más allá.
Los políticos comentan que eso de los presupuestos desfinanciados es un ardid para justificar más endeudamiento, como si nunca va a llegar el momento de pagar tales compromisos.
Los comunicadores son los ojos y oídos de la gente y si se presentan a una reunión de los salvadoreños residentes en Washington y sus entornos, es para poder luego informarles de lo que se trató en la reunión, de lo que seguro va a encargarse el propio Canciller.