Lo que menos la desvela: que otros pierdan su empleo

Sólo en las elucubraciones de ignorantes o fanáticos cabe la idea de que persiguiendo el empleo o elevando artificialmente los salarios, se puede lograr la prosperidad. 

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18 December 2016

Aunque no se quiera, el incremento al salario mínimo traerá como consecuencia lógica la pérdida de empleo para mucha gente.

Y lo decimos con conocimiento de causa porque así sucedió cuando en El Salvador se impusieron salarios mínimos por presión externa al inicio de la Década de los Sesenta, al punto que el aprendizaje, un sistema exitoso basado en acuerdos libres entre padres de jóvenes y encargados de talleres, que contribuyó a formar muchísimos artesanos y obreros especializados, dejó de existir.
 
Nunca hubo incrementos en salarios oficiales que no causaran desempleo, excepto cuando países cuyo ingreso proviene de factores externos como la minería; en tal caso se suben salarios por decreto, “un reparto de la riqueza que cae del cielo”, como lo que reciben los reinos árabes por el petróleo.

Pero la señora Ministra de Trabajo dice que eso la tiene sin cuidado, lo que es de esperarse ya que su empleo y su salario están garantizados por ser parte de la cúpula del oficialismo, sostenida por el trabajo de todos los salvadoreños, incluyendo de los que laboran informalmente.

Nadie debe extrañarse de la actitud de la señora, pues su desdén hacia el empleo de otros es igual al desprecio que tiene Maduro por el bienestar de los venezolanos  --que más y más están teniendo que comer de lo que encuentran en basureros--.

El desdén es parte esencial de la práctica comunista de hacer depender a toda la gente de un país, de lo que “el Estado” les dispensa, no de lo que ellos por su cuenta y esfuerzo ganan y logran. Por eso en Cuba no hay empleo sino labores asignadas, como en los campos de concentración.

Lo contrario de esa actitud es la preocupación permanente de los sectores de trabajo, de las gremiales, de las empresas de toda clase, sobre el empleo, que la gente no sólo pueda conservar sus plazas sino que además tengan la posibilidad de “moverse hacia arriba”, se trate de oportunidades en las mismas empresas o en similares u otras ocupaciones, pues cuando hay empleo y la gente no pasa angustias para conservar lo que ya tiene o encontrar nuevo empleo, hay desarrollo y hay prosperidad.
 

Cuando no tienen los votos,
recurren a gente sumisa


Sólo en las elucubraciones de ignorantes y fanáticos cabe la idea de que persiguiendo el empleo o elevando artificialmente los salarios, se puede lograr la prosperidad.

De ser así, la solución es muy simple: fijemos un salario mínimo de dos mil dólares por mes para que en tal manera “haya mucho mayor demanda, y al haber más demanda habrá más producción...”, como ya lo han dicho varias farabundistas que no tienen idea de cómo funciona la economía real.

Lo sucedido con la movida estatal de fijar el salario mínimo a su antojo deja varias lecciones, la más importante, que llegado el momento activan a gente sumisa para imponer lo que les viene en gana, sus desmanes.

Lo segundo, que no entienden el papel del precio en lograr la venta; si se pone un precio irreal a los tomates, éstos no se venden; si se fija un salario por encima de la productividad, el empleo se pierde, pues “you price yourself out of the market”, el supuesto beneficiado se sitúa mas allá de la posibilidad de sostenerse en su trabajo.