Seguramente que por cortesía el expresidente colombiano Uribe asistió a una reunión convocada por el Papa con el presidente Santos para hablar de un plan para pactar una paz con narcoterroristas, lo que, como lo ha dicho Uribe muchas veces, puede hacer caer a Colombia en la clase de situación que aflige a los salvadoreños: un régimen que fragua el establecimiento de una dictadura totalitaria.
El Papa viene enarbolando lo del “diálogo”, los “entendimientos”, “la conciliación”, lo cual es aprovechado por regímenes corruptos como el venezolano y el de la Cuba castrista para oxigenarse.
La mediación del Papa en Venezuela detuvo el colapso de la dictadura, que se ha mantenido sin dar nada a cambio: siguen los presos políticos, sigue la represión, continúa el derrumbe económico y Maduro ha endurecido sus posturas.
“Diálogos” con asesinos y narcotraficantes únicamente llevan a darles tiempo para reagruparse y planificar nuevos golpes; es la vieja historia del mundo y muestra sus fracasos en lo que sucede en el Medio Oriente, convertido en un infierno precisamente por no definir lo que debe ser. Hezbollah, el movimiento terrorista que asuela a Líbano, ha pactado muchas treguas pero cumplido ninguna.
Por eso es que muchos creen que las propuestas de Santos y el Papa respecto a Colombia solo abrirían el camino hacia el poder a criminales.
No hay rutas intermedias entre democracia y dictaduras, como no hay mujeres semiembarazadas; tarde o temprano se llega a lo uno o lo otro y lo uno, como ha venido enfatizando Uribe, es que Colombia caiga en una vorágine de demagogia y actos de fuerza hasta culminar en lo que ahora se sufre en El Salvador.
Sígase la ruta de tragedias de la droga camino al Norte
Ningún pacto puede lavar la sangre que los narcos de las FARC llevan en sus manos, como exclama Lady Macbeth en su atormentado sonambulismo: nada es capaz de borrar los asesinatos perpetrados, la esclavitud a la que sometieron incontables mujeres en la zona controlada por la FARC, incluyendo el cautiverio y las vejaciones a Ingrid Betancourt, los secuestros, los desaparecimientos...
Pero hay mucho más; hay que seguir la ruta de la droga desde Colombia hasta el drogadicto que la usa en un bar de Chicago o un tugurio en Harlem. A lo largo de ese infernal trayecto, la droga va corrompiendo encargados de combatirla, aduaneros, transportistas. Y así alimenta a las bandas del crimen, sus luchas por controlar territorios a su favor, los muertos y ejecuciones, las rencillas de acera y barriada que las más de las veces también terminan en venganzas y asesinatos.
La droga cruza el infierno fronterizo entre México y Estados Unidos, el campo de batalla de bandas rivales, y se abre paso. Los “mercados” del Norte donde se dan las tragedias que luego enlutan familias, arruinan el futuro de tantos jóvenes, provocan los asaltos para sostener un vicio cuyas víctimas no viven más de cinco años como promedio.
Igual con la droga que se envía desde aeropuertos venezolanos hasta África subsahariana, donde la toman las mafias que desde Nápoles o Marsella destruyen vidas en todo el continente.
En la lucha contra los narcos debe perseverar Uribe.
No hay entendimiento posible con los narcos de las FARC
“Diálogos” con asesinos y narcotraficantes únicamente llevan a darles tiempo para reagruparse; es la vieja historia del mundo y muestra sus fracasos en lo que sucede en el Medio Oriente, convertido en un infierno.
20 December 2016