Ríanse, nuestros estimados lectores: para comprobar la pureza de la farsa electoral de Nicaragua, Ortega nombró “observadores” a Mauricio Funes y a Sigfrido Reyes, además de otras fichas hemisféricas como el hondureño Mel Zelaya (el del sombrero) y el paraguayo Fernando Lugo. Con Funes fue visto también Walter Araujo.
Lo anterior motivó al periodista Carlos Fernando Chamorro a decir “El asilado por corrupción Funes Cartagena declara en la TV oficial que en esta elección (sin oposición) observa 'igualdad de oportunidades'”. Chamorro califica la gira de tales individuos como “el tour de los sinvergüenzas”.
Siempre queda la pregunta de cómo algunos de tales observadores logran verificar un acontecimiento tal en los pocos momentos de lucidez que les permite la dipsomanía.
Perpetuarse en el poder, o repetir el mandato, es casi inherente a esas posiciones; el último desorientado es el presidente de Honduras, por considerar que en todo el territorio no hay nadie mejor preparado que su augusta persona, para dirigir los destinos de sus connacionales, como sucedió con Mel Zelaya, que fue acusado de preparar un fraude prerrellenando urnas para reelegirse con la ayuda de Hugo Chávez.
Al igual que en El Salvador, donde el oficialismo mantiene brigadas de protección a los corruptos, la extrema izquierda internacional mueve sus fichas de un confín a otro para solidarizarse con dictadores, narcoterroristas, ladrones y sinvergüenzas de todo pelaje, como corren a respaldar a Maduro, a Rousseff, ahora a Ortega, a los hermanos Castro.
El devaneo de la humanidad
entre el bien y el mal
Como señaló hace unos años la estadounidense Claire Stirling, todas estas redes de fanáticos, de gente que no quiere ver los enormes perjuicios que causa a la humanidad, son parte de la Internacional del Terror, lo que por igual mueve a los jihadistas musulmanes, al Boko Haram, a los narcos colombianos y a personajes como Maduro. Tan es así que el pago del rescate de un cadáver por una de las bandas guerrilleras que operaban en el país fue hecho en Argelia, una nación oprimida del norte de África.
Un pueblo como el venezolano cae en la hambruna a causa de las políticas enajenadas de los cabecillas del chavismo, o un desquiciado mental como Assad en Siria se aferra al poder al costo de la destrucción del país donde mal nació, pero allí siguen, como continúan los preparativos de Putin para ejercer un chantaje nuclear sobre el mundo.
Los despotismos de la izquierda siempre están al borde de los extremos más diabólicos de la crueldad, como es el caso del dictador de Corea del Norte, que mete a miembros de su entorno que se vuelven sospechosos, en jaulas a que perros los destrocen, o las condiciones que prevalecen en las mazmorras castristas.
El mundo sufre de extremos, de maravillosas muestras de compasión y ayuda a los que sufren, a las manifestaciones más horribles de la perversidad, como por desgracia se están dando en nuestro suelo, que día a día es ensangrentado con homicidios de inocentes en su mayoría.