El último viernes antes de Semana Santa escribí un artículo arguyendo que en la nueva economía del Siglo XXI la verdadera política económica de largo plazo es la política social. En el artículo ilustré mi argumento, que por varios años he mantenido en estas columnas, con el caso de los temas que van a determinar en qué ciudad de Estados Unidos Amazon va a establecer su segunda sede (la primera está en Seattle), que creará 50,000 nuevos empleos de alto valor agregado (es decir, con sueldos muy altos).
Todos los criterios que Amazon y otras empresas de alta tecnología toman en consideración para hacer una decisión de este tipo están relacionados con la existencia, mantenimiento y potencial de aumento del capital humano —es decir, el grado de educación de la población, la capacidad de aumentarla a través de instituciones educativas de primer nivel, la calidad de la salud y de las instituciones que la atienden, la seguridad ciudadana, y en general las condiciones de vida de la población. Solo un lugar con altas condiciones de vida pueden asegurar que los empleados quieran permanecer en ese lugar y trabajar en esa empresa. Todas las políticas que logran esto son políticas de desarrollo social. Son las únicas que pueden garantizar un crecimiento sostenido en la era de la Economía del Conocimiento. Por eso es que las políticas sociales son las verdaderas políticas económicas.
Pero obviamente esas políticas sociales de las que hablamos son radicalmente diferentes de los programas demagógicos que los últimos gobiernos han dado en llamar “programas sociales” que reparten dinero a diestra y siniestra para comprar votos, mientras descuidan la provisión de servicios educativos, de salud y de seguridad, y descuidan todavía más las inversiones necesarias para mejorarlos.
La ciudadanía está poco consciente de que el gobierno ha gastado miles de millones de dólares en los últimos tres periodos de gobierno en hacer estas transferencias sin haber logrado nada en cuanto a incrementar el volumen y la calidad de la educación y la salud en el país. Si este dinero se hubiera invertido en mejorar las instalaciones físicas de las escuelas y universidades nacionales, en aumentar la educación de los maestros y el personal de salud, en mantener los inventarios para surtir las medicinas necesarias, el capital humano del país estaría mejorando, en vez de estar estancado o deteriorándose como está sucediendo ahora.
La diferencia entre lo que puede hacerse y lo que se hace con el dinero de los contribuyentes puede verse claramente en un par de ejemplos que ya he mencionado varias veces en estas páginas. Uno es el proyecto de la ciudad de Nueva York de establecer un nuevo centro de educación tecnológica de gran calidad, en adición a las grandes universidades que ya tiene la ciudad, como Columbia y la Universidad de Nueva York. En septiembre de 2017 fue inaugurada Cornell Tech, que se espera genere $23,000 millones en el valor agregado que sus alumnos darán a la ciudad en los próximos 20 años. Para lograr esto, la ciudad de Nueva York proporciono los terrenos para construir el instituto tecnológico e invertirá $2 mil millones más en esos 20 años —o sea, $200 millones más por año en ese periodo. En El Salvador, el gobierno gastó $447 en transferencias a personas privadas (subsidios) en 2017, el doble de lo que invertirá anualmente Nueva York en Cornell Tech.
Esta cantidad es igual a la cantidad que el gobierno de Malasia ha estado invirtiendo en sus parques universitarios, a los cuales invitó a varias universidades de clase mundial a establecerse para que los malasios no tuvieran que salir del país para tener educación de primer orden.
Estas cifras las cito solo para dar una idea de lo que podría hacerse con los recursos que ya tiene el gobierno de El Salvador, si este decidiera poner los recursos de los impuestos al servicio de la población nacional. En vez de esto, el gobierno del FMLN ya anunció que volverá a aumentar esos subsidios que no dejan nada a la ciudadanía, y que alejan la discusión del tema principal del desarrollo de nuestro país: como invertir en desarrollar el capital humano del país para convertirnos en un país desarrollado.
Máster en Economía
Northwestern University.
Columnista de El Diario de Hoy