La muerte de Fidel Castro, el dictador de más larga permanencia en el poder en la historia de América, debe mover a todos los hombres de bien a elevar una plegaria por los millones de víctimas causadas por su mesianismo, en las vidas destrozadas, en los infortunios del pueblo cubano, en los pobres espíritus que perdieron su futuro corriendo tras la quimera de la redención social.
Recordemos a los setenta mil muertos de la guerra contra El Salvador, orquestada por el castrismo, al igual que la tragedia de Nicaragua y la sangre derramada en Guatemala.
No existe, hasta donde sabemos, ningún logro positivo del castrismo en los largos años que se mantuvo en el poder, ninguna conquista perdurable que compagine con las libertades humanas, ningún mejoramiento social, ninguna innovación, tecnología, saber cultural, obras artísticas gestadas a la sombra de su despotismo.
Lo poco que brilla en la Cuba castrista es obra de espíritus libres que, desafiando toda clase de adversidades, han logrado crear en algún campo del saber o la belleza.
Castro aniquiló el Orden de Derecho en Cuba, imponiendo un esquema ajustado a sus caprichos y sus maquinaciones.
En una época que opone la pena de muerte pero que está cambiando de parecer de cara al terrorismo --un terrorismo que Castro alimentó desde sus años en la Sierra Maestra--, Cuba impuso el paredón para personas condenadas en juicios donde no tuvieron defensa, donde el veredicto estaba fijado de antemano.
Castro introdujo en los tiempos modernos el secuestro como un arma política, cuando sus esbirros plagiaron al cinco veces campeón mundial de automovilismo Juan Manuel Fangio. Además inventó el secuestro de aviones, imponiendo adicionalmente altas multas a las compañías aéreas por aterrizar “sin autorización” en los aeropuertos cubanos donde los secuestradores forzaban a la tripulación a llevarlos.
Más tarde y motivados por los castristas, los movimientos sediciosos en diversos países del Hemisferio perpetraron secuestros como una forma de financiar sus fechorías, lo que causó enormes heridas, infortunio y tragedias a personas y familias acusadas de crímenes imaginarios, una modalidad que fue enseñanza a las bandas criminales de la actualidad.
Está llegando el momento
de la liberación de Cuba
En pocos meses Fidel Castro fue desmantelando el enormemente exitoso esquema democrático que imperaba en Cuba, que entre otras cosas había logrado para los cubanos el primero o segundo más alto nivel de vida del Continente después de Estados Unidos y Canadá, para regimentar la vida de la población, anulando sus libertades y su bienestar.
La primera víctima fue la libertad de expresión, al forzar a diarios y programas radiales a publicar coletillas al lado de crónicas y noticias para criticar los contenidos.
El siguiente paso fue obligar a cadenas radiales a pasar, a las horas que se le antojaba, las interminables peroratas de Castro; se llegaba en tránsito al aeropuerto de La Habana y, en lugar de música, los viajeros tenían que soportar los torrentes de acusaciones y delirios del dictador.
Cuba es hoy, por obra de Castro, una enorme cárcel donde todo está racionado, los pobladores están permanentemente vigilados y expuestos a represalias y cárcel por cualquier desliz, donde nadie puede salir de su pueblo o ciudad sin permiso especial, donde es casi imposible viajar al exterior, publicar, expresar o asociarse libremente con otros.
Sea la muerte de Castro el inicio de la liberación cubana.