Aleppo, que fuera la segunda ciudad de Siria, es una ciudad fantasma, destruida en su mayor parte, donde los pobladores a duras penas sobreviven y, lo que más horroriza, que muchos niños se suicidan por la permanente incertidumbre de lo que la siguiente hora o semana puede sobrevenirles.
En Aleppo, donde convivían cristianos, musulmanes y judíos como en la Córdoba de la dinastía de los Omeyas hasta que los Reyes Católicos la tomaron imponiendo el catolicismo como única religión, inició la revuelta contra el dictador Assad, que para aferrarse al poder comenzó una ofensiva militar contra los bastiones rebeldes, lo que dio lugar a su vez que en el proceso se formó el movimiento del Estado Islámico, el ISIS, hasta el horror total que asuela a la región.
Cualquier persona sensata se pregunta cuál puede ser la causa del enloquecimiento de un individuo que prefiere destruir su país a ceder el poder, pues podría abdicar transando condiciones para mantener la estructura política que le apoyaba.
Pero más que eso, cuáles pueden ser las razones de que un Estado apoye facciones en esas carnicerías, sin importarle el inmenso drama humano, drama de la civilización, que está desquiciando todo el Cercano Oriente y es potencialmente un peligro para todos, como se demuestra con la ola de atentados terroristas en Francia, Bélgica y otras naciones.
La interrogante cabe también para el caso de Venezuela: el dictador está arrastrando a su pueblo a la hambruna, para sostenerse en el poder, con el agravante de que hay regímenes que lo apoyan por simple identificación “ideológica”, si los ciegos fanatismos fueran tal cosa.
Si los reyes llegan a abdicar,
igual deben hacerlo plebeyos
La historia recoge el caso de un líder romano, de nombre Coriolano, que se sintió agraviado por una decisión del Senado, lo que le llevó a salir de la ciudad, armar un ejército y marchar hacia Roma para atacarla.
Cuando Coriolano acampó frente a las murallas de la ciudad, su madre salió y fue a implorarle que desistiera, que no atacara la urbe. Coriolano depuso sus armas y pidió al ejército que se desbandara, pero sus exseguidores, que como todo ejército en la antigüedad iba tras el saqueo y el botín, le dieron muerte.
Beethoven ha compuesto una obertura a Coriolano sobre ese conmovedor drama.
Pero pasando a los tiempos actuales, no será Maduro quien deje el poder para pacificar su país y pueda iniciarse la reconstrucción de Venezuela. Y en parte no lo hace para proteger a militares y civiles de su facción, que serían de inmediato aprehendidos y muchos deportados a Estados Unidos, donde les espera la “residencia permanente” como al Chapo Guzmán por la vinculación que se les hace con el narcotráfico.
Salir a tiempo, abdicar, ceder la dirección de una empresa o una sociedad a otros, es de personas sensatas que entienden que se sirve mejor una causa o una nación retirándose que permaneciendo. Lo hizo el Papa Ratzinger, lo ha hecho Juan Carlos al pasar la corona a Felipe como Beatriz de Holanda al abdicar a favor del nuevo soberano, Guillermo Alejandro.
El legado de Coriolano a Roma fue anteponer el interés general al suyo.
Es, asimismo, la gloria de la democracia, que obliga a los que se hacen del poder a cederlo cuando el momento llega, sin intentar romper el esquema.
Para quedarse en el poder destruyen a su propio país
Salir a tiempo, abdicar, ceder la dirección de una empresa o una sociedad a otros es de personas sensatas que entienden que se sirve mejor una causa o una nación retirándose que permaneciendo.
04 October 2016