Los de la extrema izquierda criolla, como los que pululan en la mayoría de regiones en el globo terráqueo, son una hidra de mil cabezas, por lo que el reclamo de ARENA al grupo en el poder, de asumir responsabilidad por lo que dicen y se comprometen, es imposible de cumplir aun cuando haya una cabeza con poder de cortar cabezas, como lo fue Stalin, es Kim... y era Tirofijo para los narcoterroristas colombianos.
Y es que ellos mismos, dadas sus modestas capacidades de análisis y sus permanentes rivalidades –pues cada uno pretende ser el fiel intérprete de la sagrada doctrina marxista a su vez llena de contradicciones–, nunca asumirán acuerdos firmes pues siempre estarán dejando puertas abiertas.
Lo natural para cualquier persona pensante es que una discusión o debate se base en determinadas y razonables premisas: no mentir, no defender la violencia, no pisotear la lógica, respetar el Orden de Derecho, no decir hoy lo que se negaba ayer.
Sin discusión pública de los problemas principales del país y de la necesidad de proteger a la población será muy difícil alcanzar acuerdos sostenibles y poder defenderlos no sólo frente a la opinión pública, sino de cara a nuestros socios, vecinos, la comunidad internacional, incluyendo entidades como las Naciones Unidas y las calificadoras de crédito.
Todas ellas, incluyendo Standard & Poors, Moody’s y Fitch, regularmente reducen los ratings para El Salvador, ya que mes a mes el desorden fiscal, los despilfarros, la inseguridad y las promesas sin sustento van al alza, como el ofrecimiento a la zona Oriental de invertir centenares de millones que no tienen ni tendrán en el futuro.
Hay además una posición indefendible: creer que el partido oficial está investido de la razón plena, que es poseedor de la verdad absoluta.
Lo más sorprendente han sido las declaraciones del señor Medardo, dirigente del oficialismo, quien afirma que la discusión y el diálogo son irrelevantes, pues es en la Asamblea donde se vota y por tanto allí se derrumban o se mantienen acuerdos.
Es en la Asamblea que “democráticamente” se dan aplanadoras, madrugones, sorpresivos, se cambian de partido al oír voces desde lo alto, se reparten privilegios y hay gran fiesta.
Como en Nicaragua: nada vale lo que piense o diga la gente: lo que importa es lo que cocinen Ortega y Alemán.
Se compara el discurso con lo que vive
La postura del señor Medardo es que la cola mueve al chucho y no el chucho la cola, como en toda democracia operante, donde los parlamentarios, diputados y funcionarios asumen sus posiciones y apoyan o rechazan o modifican propuestas de acuerdo al sentir de la opinión pública, de lo que la mayor parte de la gente y sobre todo los sectores pensantes van definiendo como lo que conviene a un país y encaja con las tendencias a nivel mundial.
Eso es porque en la discusión pública, cuando lo que se dice pasa por el crisol de la crítica y se mide contra las realidades que se viven, es difícil o imposible “engañar a toda la gente todo el tiempo”, según la frase atribuida a Lincoln; no puede un grupo asegurar que todo marcha de maravilla, que la población está feliz y próspera, si el común de la gente padece una situación contraria.
El debate es esencial en toda democracia
Sin discusión pública de los problemas principales del país y de la necesidad de proteger a la población será muy difícil alcanzar acuerdos sostenibles y poder defenderlos.
10 October 2016