No debe extrañar a nadie que el gobierno esté sin dinero en caja para saldar todos sus compromisos, pues es lo normal, o inescapable, cuando un país está manoseado por comunistas: al poco tiempo la economía comienza a caer, los servicios a deteriorarse, el mantenimiento de la infraestructura llega a cero, el empleo a escasear.
En tal situación se unen dos males: el primero son las políticas intervencionistas y las ocurrencias de gente sin mayor educación; el segundo, la incapacidad para administrar con eficiencia los recursos a mano. Como señala nuestro observador político y económico Manuel Hinds, dinero hay, pero falta voluntad para pagar y falta capacidad para manejar recursos con eficiencia.
Y ese es siempre el inicio, pues el deterioro se acelera con el tiempo hasta llegar a situaciones como la de Venezuela, que está al borde de una hambruna; en ese infortunado país a duras penas se encuentra algo de comer, las medicinas han desaparecido, faltan desde repuestos hasta incubadoras para recién nacidos.
Es natural que el presidente Sánchez Cerén hable de crecimiento económico, pero si se toma en cuenta lo que costará reconstruir la infraestructura física, institucional, social y moral, no hay crecimiento sino grave contracción, hemos retrocedido. Sólo reparar las carreteras y calles de la ciudad costará muchos billones de dólares.
En su mensaje de hace un par de días, Sánchez Cerén confesó lo que todos saben: no hay dinero en caja. Y no hay dinero a causa de los despilfarros, la corrupción y la colosal incapacidad de ministros y funcionarios nombrados no por su saber o experiencia, sino simplemente por ser militantes del partido, porque se antepuso lo de “darle algo al camarada” sobre el deber de nombrar a los más capaces en puestos de responsabilidad.
Y el objetivo es quedarse con los ahorros de los trabajadores.
La extrema izquierda nunca mide los resultados de sus medidas o políticas, y al no medir resultados, actúa a ciegas.
Se debate en público
y luego se legisla
El gobierno ha dicho que está dispuesto a “dialogar”, para lo cual ha formado un equipo con las gastadas figuras que se conocen.
Pero no es ese el “diálogo” ni el proceder en las sociedades democráticas, donde para solucionar problemas o trazar políticas se plantean los asuntos y se alienta el debate público, partiendo de un hecho: no hay un grupo de personas que sean suficientemente conocedoras de lo que se quiere analizar, para poner sobre sus hombros el poder de decisión. Y es hasta que el debate arroja conclusiones que un asunto se somete a los legisladores.
En tal manera cuando se tratan cuestiones referentes a la producción industrial tienen que ser representantes de las industrias afectadas quienes deben reunirse con los funcionarios pertinentes; si se trata de agricultura, con quienes son responsables de aplicar o desaplicar medidas; si es la dirección económica, igualmente: no lleva a ninguna parte que legos en una materia sobre lo que desconocen.
En cuanto al “espíritu” que se requiere para dialogar, es suficiente ver lo que está sucediendo en el sector salud y las tercas posiciones de los titulares, que amenazan y toman represalias contra médicos y personal de hospitales y clínicas.
La propuesta del oficialismo llevaría a largas, inútiles y falsas expectativas, a crear más cortinas de humo para distraer al público.