La Sala de lo Constitucional ordenó a Centros Penales acabar con el hacinamiento de los reos con la construcción de nuevas cárceles, entre otras medidas, ya que las condiciones actuales son violatorias de derechos básicos de cualquier persona, incluyendo a homicidas, secuestradores, violadores y lobos de sus semejantes.
Lo que falta es que la Corte nombre una comisión que inspeccione las bartolinas de la Dan, infiernos que son peores que las cárceles o mazmorras del sistema penal del país.
Y sobran testimonios al respecto, los últimos de personas que fueron implicadas, sin verdadera causa, en las capturas del pasado mes: carencia de letrinas, los reos obligados a hacer sus necesidades en bolsas de plástico que cuelgan en las puertas, usar los servicios una sola vez por día, nula atención médica... los metidos en ese satánico lugar que se sienten enfermos, lo más que reciben es la visita de un gendarme que les pregunta cómo se sienten. La amenaza de epidemias es real; el entorno de Hillary Clinton está con neumonía y no puede descartarse un brote de tifoidea.
A ese horror se suma otro: que las personas, individuos, acusados, delincuentes que allí se internan no han sido declarados culpables, sino que están en vías de investigación, que sus causas no han llegado a una condena.
Y al no ser así, meterlos en las bartolinas equivale a someterlos a torturas para sacarles una confesión, como sucedía a las víctimas de la “Santa Inquisición” en Europa hasta inicios de siglo XIX o las dictaduras que perduran al día de hoy, desde los castristas hasta Assad y Erdogan, el déspota de Turquía.
La civilización no se gana de un día a otro; el proceso de salir de las tinieblas a la luz es lento, sufre retrocesos, puede revertirse como ocurre actualmente en El Salvador. Y aun en los países más civilizados las cárceles son siempre infiernos, hasta para gente acusada o condenada por delitos no violentos.
Puede considerarse liberar reos con enfermedades terminales, ancianos, personas que son el único sostén de sus familias...
Un remedio parcial es revisar las penas de reos no violentos que hayan pasado tiempo en la cárcel y darles la opción de pagar una pulsera electrónica y lo requerido para vigilarlos a distancia. Otra es cambiar parte de la pena por labores comunitarias, dotándoles de uniformes para limpiar parques, escuelas, hospitales o asistir en lo que puedan ser útiles.
Cada quien haga lo propio
para lograr tranquilidad
En Santa Ana las autoridades están borrando los grafittis de las paredes de la ciudad, para lo cual emplean en parte a reclusos. De hecho el centro de San Salvador y de muchas ciudades del país aún están manchados con las leyendas que dejaban los movimientos comunistas en los años previos a la sangrienta guerra de los 80.
Lo esencial es ponerse a pensar partiendo de una premisa: no existen soluciones finales rígidas, sino que los sistemas van adaptándose a las realidades, como en parte lo dijo el ex-alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, soluciones que el grupo en el poder ni siquiera consideró, estando hundido en su soberbia.
La tarea de reducir la violencia es de todos, lo que involucra a comunidades, pueblos y caseríos, familias y organizaciones productivas, informadores y tanques de pensamiento, magistrados y jueces.
Y de igual manera como es obligación de las personas mantener limpio su entorno, también cada individuo y cada familia debe esforzarse para evitar innecesarios conflictos, absurdos pleitos.