15 de septiembre: Dios, Unión y Libertad

La libertad política es sólo posible bajo un Orden de Derecho, sujeta a las grandes tradiciones jurídicas que son la gloria de la humanidad. Es el gran legado que recibimos de nuestros próceres. 

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14 September 2016

El absolutismo y la opresión del reinado de Fernando VII en España fueron el detonante final de las gestas libertarias en Iberoamérica, pueblos que desde la Independencia de los Estados Unidos y la Declaración de los Derechos del Hombre de la Revolución Francesa anhelaban ser dueños de su destino.

Centro-América era terreno fértil para las ideas y las aspiraciones de la gran hermandad de espíritus libres que rechazaba los atropellos y las mordazas del poder sin freno. A riesgo de sus vidas y pese a la tolerancia de los colonizadores, colonizadores que fueron civilizadores al sembrar en estas tierras mucho del saber y las fulgurantes realizaciones y conquistas de Occidente, se declaró la Independencia y se abolió la esclavitud, medio siglo antes de Lincoln.

Nadie pretendió retroceder a la colorida, pasmosamente desarrollada pero asimismo bárbara civilización indígena anterior a Colón, sino que se trazó un rumbo hacia adelante y hacia arriba, cuya esencia se expresa en tres palabras: Dios, Unión y Libertad.

En nuestros mejores momentos, en la tristeza y las tribulaciones, cuando buscamos inspirarnos o queremos consuelo, debemos volver al ideario de nuestros próceres: Dios, Unión y Libertad.

Dios es reconocer la existencia de la libertad en su manifestación más excelsa, tomar conciencia de lo espiritual, del orden moral, del imperio de la razón, de la belleza y del amor. Es reconocer una realidad anterior y superior a lo humano, la suprema y eterna majestad que da sentido y armonía al universo.

Unión es lo que nos hermana con otros hombres, otras culturas, otras verdades.

Unión es tolerancia, entendimiento, compasión y compañerismo, lo que nos libera del aislamiento y de la soberbia. Sólo entre hermanos se levantan sociedades libres y democráticas, justas y constructivas. Sólo entre hermanos es que se puede renunciar a la pretensión de ser los únicos poseedores de la verdad o estar justificados para esclavizar o exterminar a otros. No puede haber unión cuando se divide a los hombres entre nosotros y ellos, entre los que se creen escogidos y los que se condenan como siervos o infieles.
 

Sólo hay libertad bajo
el Orden de Derecho

   

La lucha por la libertad hizo posible el paso a la modernidad, al establecimiento de la democracia, a superar las divisiones de clases y los conflictos religiosos. La separación de la Iglesia del poder temporal fue uno de sus más importantes frutos.

Querer ser libres fue la fuerza que inspiró a un puñado de creadores de patrias, aquí y en Buenos Aires, aquí y en la Gran Colombia, aquí y en Boston, aquí y en París, a sacudir todas las formas de la opresión política para decantarse por la igualdad, la fraternidad y la libertad.
Proteger la libertad, hacerla florecer, atesorarla como un derecho inalienable de todos los hombres, luchar por su preservación y engrandecimiento, es la tarea fundamental que nuestros próceres nos impusieron.

La libertad rechaza los fanatismos y lo sectario. La libertad es incompatible con las dictaduras y con las doctrinas mesiánicas. La libertad es lo que nos facultó para abrirnos al mundo en igualdad, ser parte de la comunidad global, insertarnos en la civilización. La libertad política es sólo posible bajo un Orden de Derecho, sujeta a las grandes tradiciones jurídicas que son la gloria de la humanidad. Es el gran legado que recibimos de nuestros próceres.