Temas ajenos al país trató el gobierno en la ONU

Defender a Maduro es defender un despotismo que ha colapsado la economía y causado una hambruna de impredecibles consecuencias. 

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27 September 2016

Con todos los problemas que sufren El Salvador y la región, el presidente Sánchez Cerén usó tiempo valioso de su discurso en las Naciones Unidas para hablar de Maduro y Rousseff, además de reiterar la vieja petición de finalizar el bloqueo al régimen comunista de Cuba, dictadura que está colapsando al faltar el dinero que recibía de la Unión Soviética y luego de Venezuela.
     
Pudo haber mencionado lo de Caluco...

Referirse a los asuntos internos de otros países, lo que la izquierda siempre rechaza cuando se trata de regímenes con ese tinte, es meter mano en lo que se desconoce, en situaciones ajenas.

¿Es que Sánchez Cerén cree que sus palabras en las Naciones Unidas van a cambiar en un milímetro el generalizado repudio hacia Maduro y las acusaciones contra su régimen, o los juicios en Brasil a Dilma Rousseff y a Lula, el modelo de gestión que tomó Funes al llegar al poder?

Hay precedentes del doble juego: cuando embajadores han señalado graves problemas que agobian a El Salvador, diputados y funcionarios salen regañándolos y amenazándolos, como sucedió con el exembajador alemán, representante de un país que brinda importante asistencia a El Salvador y cuyas instituciones son un ejemplo por seguir.

En esto hay que destacar dos hechos:

--el primero, que el exembajador, como la embajadora de los Estados Unidos, también “regañada”, no dijo nada que no fuera cierto;
--el segundo, que lo dicho fue motivado por el afecto de ambos funcionarios por nuestro país, afecto que demuestran y demostraron durante el tiempo que han servido.
 

Actúan sin pensar
en las consecuencias

 

No olviden, señores regañones y cerrados de sus cabezas, que el trato afable hacia los embajadores que se desempeñan en El Salvador los convierte en amigos de nuestro país para siempre, haciendo de ellos “embajadores de El Salvador” en sus patrias.

Además el gobierno vive pidiendo ayuda y préstamos, por lo cual el partido en el poder no debe actuar como los proverbiales pedigüeños con garrote.

Defender a Maduro es defender un despotismo que ha colapsado la economía y causado una hambruna de impredecibles consecuencias. Y defender a Rousseff, destituida en un proceso ceñido a las leyes del Brasil, es defender un régimen plagado de corrupción.

Si no hay ninguna sensibilidad por la hambruna que sufren los venezolanos ni por la corruptela que ensucia a Brasil, tampoco la habrá si en esta tierra se cae en iguales calamidades, como se está demostrando al proteger a los corruptos criollos.

Si no hay sensibilidad por el colapso económico que está carcomiendo a Venezuela, tampoco lo habrá por los nefastos efectos que las medidas y políticas del grupo en el poder están causando a la población.

Y esa indiferencia se muestra en muchos campos.