Establecer una nueva dinastía en Nicaragua pretende el régimen de Ortega, cuya última tropelía fue cancelar los nombramientos de veintiocho diputados opositores, echando mano, como es lo usual en estos casos, de una leguleyada.
El hecho equivale a desconocer la voluntad del electorado, amordazar a una porción significativa de los nicaragüenses.
Con la destitución masiva, Ortega busca crear una sucesión familiar y se cree que la designada en la próxima fórmula será su mujer, Rosario Murillo, cuya hija Zoilamérica acusó en 1998 al propio Ortega de haberla violado.
El analista político nicaragüense Óscar René Vargas dice que con lo sucedido en la Asamblea Nacional se consuma el control de los Ortega sobre los tres poderes del Estado --Legislativo, Ejecutivo y Judicial-- pues controlan la Corte y los tribunales, con lo que una faceta esencial de las democracias se anula, la de pesos y contrapesos institucionales.
Para Vargas, el paso siguiente es la creación de un partido único como en Cuba, Corea del Norte, Arabia Saudita y la ex-Unión Soviética.
Los miércoles, en las calles del país se manifiestan miembros y simpatizantes de la Coalición Nacional por la Democracia, exigiendo elecciones libres, transparentes, incluyentes y con presencia de observadores.
Observadores independientes y por lo general foráneos fueron rechazados en Venezuela, al igual que en Nicaragua: perversos, degenerados y criminales siempre buscan las sombras para delinquir.
Con el tiempo los dictadores
van enloqueciendo más y más
La decisión, señalan los diputados destituidos, “tiene un claro propósito intimidatorio a los que enfrentan al régimen.
“De cara a la ciudadanía, una vez cerrados los espacios institucionales de participación política, es previsible un recrudecimiento de la represión por las vías de hecho o utilizando el aparato de coerción estatal, contra los líderes opositores y ciudadanos que le adversan”, advirtieron.
Por su parte, el Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep) denunció que la destitución “debilita la democracia representativa, el pluralismo político y la división de poderes”.
“Es responsabilidad de todos”, agrega, “promover la estabilidad política, el desarrollo sostenible y la cohesión social, pero sobre todo superar con convicción las diferencias políticas e ideológicas, ya que no podemos permitirnos llevar a nuestra patria al límite de la confrontación, como ocurrió en el pasado”.
Los disidentes sandinistas a quienes les fueron destituidos sus cuatro diputados advirtieron que el modelo de partido único “amenaza a todos y cada uno de los nicaragüenses que no se muestren alineados con la política orteguista.
“Un régimen de partido único quiere decir que nadie puede pensar distinto a la línea oficial. Eso nos amenaza a todos”, declaró la exguerrillera sandinista Dora María Téllez, para quien Ortega ha mostrado “su verdadero rostro de dictador” al ordenar “destituir a 28 opositores que no se doblegaron ni se vendieron”.
Bajo los despotismos, incluyendo los espantosos reinados absolutistas de la Antigüedad, los súbditos vivían presas del temor, de cómo se había levantado su majestad y qué sueños pudo haber tenido, pues un mal paso, una frase mal dicha, un ligero irrespeto podía llevar la muerte, como bajo Trujillo en la Dominicana y Kim Jong-un en Norcorea.