Enfiestarse es parte esencial de la naturaleza humana, lo que nos diferencia, junto con el lenguaje y la risa, del resto de las especies. Aunque hay gente que a duras penas sonríe, ni siquiera cuando una ciudad entera se regocija celebrando lo que sea... “excusas sobran, Chepe Toño”, para beber, cantar y bailar...
Y Vino, Mujeres y Canciones lo celebra un vals de Johann Strauss, encapsulando el alma de la Viena de su tiempo.
En el verano, en las afueras de Viena, en los bosques que la rodean, hay pequeñas poblaciones que se llenan de parranderos, turistas y familias, para beber el “vino nuevo” recién fermentado --y los blancos menos secos reinan-- al igual que el resto de deleitosas fermentaciones, además de cerveza y sidra.
Grinzing es una de estas poblaciones, que desborda sonora alegría pero que en el invierno vuelve a su carácter de pueblo normal...
Pero, ¿además de beber?
Grinzing es también gallina --no pollo-- rostizada, suculenta en sus grasas naturales, servida caliente, en largas mesas.
Lo mejor es que además de que los taberneros son responsables y que, a diferencia de los comederos de las ferias de ciertas ciudades cuyo nombre no queremos recordar, los comensales no corren riesgo de terminar con serios males de la tripa por la nula supervisión de los entes sanitarios.
Eso puede ser un criterio para diferenciar países de Primer Mundo del resto: si al comer de ventas callejeras uno no corre riesgo o en cambio se enferma... Y de allí un consejo a la gente de los trópicos: no coman ensaladas fuera de casa...
En el otoño, la época del Hemisferio Norte, concluye el ciclo de la agricultura que inicia con las siembras de primavera; es el momento de cosechar, recoger el fruto del trabajo, cortar las uvas, recoger las aceitunas.
Es el momento de las vendimias, del vino y del aceite de oliva.
¿Se enferman cuando comen o comen muy tranquilos?
Según la leyenda de los helenos, como se llamaban a sí mismos los griegos homéricos, el olivo fue el don de la diosa Atenea, Minerva, a Atenas.
Las vendimias de los viñedos son conocidas y encantan, pues es el momento en que se revela la calidad de un vino y su potencial precio, que en algunos casos puede superar los ocho mil dólares por botella, como el Pétrus.
Las degustaciones son eventos muy privados y elegantes en esos casos, mientras las vendimias populares son abiertas al público en general que paga por el privilegio.
Similar es el caso de las vendimias de aceite de oliva, prácticamente al alcance de los que pueden viajar a encantadores olivares en los montes que rodean a Florencia o en los olivares de Jaén en España.
Al participar cada persona recibe un plato, luego sobre ese plato tiran un puñado de pimienta molida para la ocasión y le sirven una generosa porción de aceite de oliva y pan campesino... ¡Y a deleitar el paladar!
Similares eventos tenemos en El Salvador...
En la película Perro Mundo (Mondo Cane) hay una conmovedora descripción de los festines pantagruélicos que se daban los aborígenes de Borneo: durante unos meses engordan cerdos, hacen una gran matanza de los pobres, los medio asan sobre brasas, se los hartan hasta que no pueden más y se echan a dormir casi una semana.