Los Juegos Olímpicos son, desde que comenzaron a celebrarse en la antigua Grecia en el Siglo VIII antes de Cristo, un evento donde la perseverancia, la disciplina llevada a sus más hermosos límites, el estudio y en ocasiones la suerte coronan a hombres y mujeres con extraordinarios triunfos, mostrando hasta dónde puede llegar el ser humano.
No se gana sin haber pasado mucho tiempo, años, entrenando, fortaleciendo la resistencia, estudiando lo que otros en ese campo han hecho antes, desarrollando nuevas técnicas.
El campeón, individual o de equipo, deslumbra con sus proezas, como también los que quedan atrás ganan nuestras simpatías por haber hecho el esfuerzo, por tratar de superar sus limitaciones pero que siguieron allí.
Todos sueñan con el oro, reservado a cuerpos y mentes privilegiadas, pero también todos ganan nuestros corazones al competir sabiendo que ese oro, o plata o bronce están fuera de su alcance. Y ser el más destacado de los países iberoamericanos como nuestro nadador Marcelo Acosta, o del Medio Oriente, o África es una gran recompensa a los sacrificios realizados.
No se gana porque alguien dispuso que ganara, como el levantador de pesas norcoreano que ganó plata y está aterrado de regresar a su país después que Kim Jong-un, el enloquecido dictador, ordenara que volviera con oro. Y es que ese día su estrella no estaba en el cenit, como pudo haber estado un día previo o el siguiente...
Los juegos han tenido muchísimos momentos de gran emoción y brillo. Uno de ellos fue el triunfo del equipo estadounidense femenino de gimnastas, que en las paralelas, en el potro, en trampolines saltaban, hacían acrobacias de sombro y caían con casi perfección, sin dar un traspié.
¡Y qué maravillosas musculaturas, fruto de largos entrenamientos e inagotable disciplina!
Las competencias de natación cautivaron por un hecho: el retorno de Phelps, que después de caer en malos hábitos pudo reponerse y romper todos los récords de medallas. De ser Phelps país tendría el ranking treinta y cinco, con más oros y platas que México y Argentina.
Todo requiere esfuerzo;
con el mazo dando...
En un mundo que se precia de que “todos somos iguales” se demostró que hay unos más iguales que otros: los que nacen con un físico excepcional, con fuerza innata, en ambientes donde pueden desarrollar al máximo sus habilidades y hay quienes tienen la voluntad de patrocinarlos.
Los entrenamientos son durísimos. Se cuenta que Phelps se concentró en desarrollar su resistencia saltando dentro del agua por largos periodos de tiempo con un cinturón de pesas amarrado. Y una resistencia semejante deben de haber logrado los corredores africanos en una prueba en la que siempre destacan.
Hubo casos emblemáticos, como la linda española que ganó un oro y dos mujeres en voleibol playa, una egipcia enfundada en su burka y una guapa alemana en mínimo bikini.
Después del desastre que se vaticinaba --un país que ha sido desgobernado por Lula y luego por Rousseff-- las cosas no han marchado tan mal y los espectadores en todo el mundo muy contentos.
Las competiciones demuestran que todo gran logro --en deportes como en ciencia, en cultura, en saber, en negocios -- es resultado de disciplina, de inteligencia, de buena técnica, de dar con el mazo mientras se ruega a Dios...