Nuestro país afronta graves problemas en prácticamente todos los campos de su quehacer, desde una economía en declive hasta la violencia incontrolada que día a día enluta familias, sectores y comunidades.
El Salvador recibe la menor inversión del área centroamericana, padece muy altos niveles de desocupación, especialmente entre los jóvenes, sufre un grave deterioro de los servicios públicos, no logran superarse las discordias entre médicos y los nombrados en Salud Pública, el grupo en el poder no es capaz de combatir efectivamente la corrupción, sino que envía señales que más parecen favorecer a gente de la peor calaña, y funestos depravados.
Temas críticos, de vital importancia para toda la gente honesta que sufre del manoseo de las instituciones y de los despilfarros del oficialismo, abundan, rebalsan la paciencia ciudadana.
El nuevo presidente de ARENA retomó el tema favorito de los oficialistas, lo del “dialogo”, procesos que continuamente estos inician para no llegar a ningún lugar.
No llevan a ninguna parte, porque la mentalidad y los objetivos de los grupos fanáticos, se trate de talibanes, del ISIS, de jihadistas enloquecidos, consisten en hacerse con el poder total, someter al resto de sus congéneres.
ARENA no se debe a un grupo que destruye la convivencia pacífica, que ataca y amenaza a los supremos jueces de la Nación, que se burla continuamente de todos con sus imaginarios logros del “buen vivir”, que ha endeudado el país y ha derrochado el dinero, que le debe a las once mil vírgenes.... No, ARENA debe recordar siempre que se debe a la Patria, a la civilización, a los nobles principios de nuestros Próceres, que entre muchas de sus ejecutorias abolieron la esclavitud más de medio siglo antes de Lincoln.
Las batallas no se ganan
sentados en sillones
Es posible que haya quienes en la directiva de Partido, que se sientan muy cómodos de ser parte del club de platicadores, pensando que “en boca cerrada no entra mosca”; que es preferible seguir en papel de segundones a salir y dar batalla. Este es aparentemente el dilema que se agita en el seno del partido: defender con vigor al conglomerado a su conveniencia o rendirse a su falta de aliento para la lucha.
La función medular de los partidos es anteponer los legítimos intereses de quienes los apoyan y coinciden con sus plataformas o ser una agrupación por la que se vota por ser la única alternativa.
Reconstruir el país y Dios mediante sea esa la gran tarea próxima y no salir de una dictadura con hambruna a la venezolana, va a requerir mucho pensamiento, mucha acción, mucho entenderse con los distintos sectores y con especial énfasis con los tanques de pensamiento.
Son esas entidades hasta ahora la verdadera oposición, no “el club de platicadores”.
Día a día el partido en el gobierno insulta sectores, se burla de los magistrados, amenaza, descalifica y presenta más y más ocurrencias, todas en su provecho o para beneficiar oscuros intereses y personajes. Como les dijo Lenin, avancen hasta topar con acero.