La Resurrección de Jesucristo

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Por Elizabeth Castro

30 March 2018

En plena Semana Santa es imprescindible hacer un alto en nuestras vidas rutinarias, dejar a un lado los problemas laborales, pensar menos en la política que tanto dolores de cabeza nos trae y darle el espacio que necesita a ese soplo sobrenatural, esa comunicación con Dios que es necesaria los trescientos sesenta y cinco días del año, pero por trivialidades mundanas lo olvidamos y lo arrinconamos casi dejándolo en el olvido.

La Semana Mayor para el Cristianismo es de mucha relevancia: se conmemora la Muerte y Resurrección de Jesucristo, el Hijo de Dios, quien vino al mundo al redimir nuestros pecados, definió el camino a seguir, puso en su justa dimensión hacia donde debe girar el obrar humano, para encontrar esa salvación eterna que el mismo Mesías magistralmente nos vino a explicar. Jesucristo fue amado por muchas personas de su tiempo, pero también odiado y ultrajado por otros, situaciones que actualmente aún vemos en nuestros días.

Somos testigos de cómo en el Medio Oriente persiguen y asesinan a cristianos, que son mártires de nuestro tiempo, así atentados contra iglesias católicas por parte de grupos islámicos extremistas. Pero esto no se detiene aquí: la humanidad vive un ateísmo y un relativismo sin precedentes, el cual nos ha llevado a ver naturalmente acciones que son condenadas por nuestro Creador: abortos, uniones homosexuales, eutanasia… es la autodestrucción de nuestra propia especie. El objetivo de mi artículo es despertar esa conciencia prodigiosa que Dios nos regaló y así como lo estableció el Concilio Vaticano II, que el hombre puede llegar al conocimiento de Dios por medio de la razón.

Un mal entendido laicismo ha hecho que muchas personas dividan sus vidas y que su fe se limite solamente a su ámbito personal, no actuando en consecuencia en su diario vivir, con una falsa tolerancia se busca obligar a aceptar una infinidad de transgresiones que nos conducen al error y al pecado. No podemos seguir a Dios ambivalentemente, no se puede vivir en un relativismo que nos contamina y nos engaña fácilmente tergiversando la verdad.

Como seres humanos e hijos de Dios estamos llamados a concretar nuestra filiación divina con Él, siguiendo fielmente Su Palabra. Somos llamados a una trascendencia más allá de lo físico y de lo material, como seres humanos imperfectos, debemos buscar ese mejoramiento diario, ya lo dijo Jesucristo: “Por tanto, sean ustedes perfectos como mi Padre Celestial es perfecto”. La santidad es un anhelo al que todos debemos aspirar, santificarnos en la vida ordinaria, en el matrimonio, el trabajo, en nuestro quehacer humano.

Después de Jesucristo han sido muchos los que han seguido sus pasos, los que creyeron en Él, en su doctrina e incluso murieron por Él. Que esta Semana Santa sea una introspección de nuestras vidas, un análisis a profundidad del rumbo de nuestra existencia terrenal, sigamos un buen consejo de San José María Escrivá de Balaguer: “Procura lograr diariamente unos minutos de esa bendita soledad que tanta falta hace, para tener en marcha la vida interior”.

Debemos ordenar nuestro pensamiento, esclarecer nuestra conciencia y deleitarnos con la verdad que solamente Dios nos regala y en la que no existe margen de error, esa verdad que indudablemente nos conducirá a una felicidad plena y que ningún amor humano es capaz de darnos; Debemos buscarla y hacerla vida y aspirar a la eternidad con nuestro Creador. Recordemos estas palabras de San Agustín: “Mi pecado más incurable, era el no creerme pecador”.

Estamos en las vísperas del domingo, no es uno cualquiera, es uno que marcó la historia, redefinió nuestra existencia, ordenó nuestro caos existencial, encendió la luz de las cavernas de nuestra imperfección y nos mostró la salvación, porque ¡Jesucristo ha resucitado!

Analista Político y Columnista

de El Diario de Hoy

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