Hay siempre polarización entre civilización y barbarie

Los países son prósperos en la medida;que son libres, libres en lo político pero principalmente en lo económico

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04 July 2016

Con frecuencia personas, grupos sociales y entidades del exterior hablan sobre la necesidad de trascender, superar o borrar la polarización social que sufre nuestro país, una forma de alcanzar la paz interna, la concordia, la buena convivencia.

El propósito está asentado sobre las mejores intenciones habidas y por haber pero choca con la advertencia que se atribuye a San Francisco de Sales: el camino del infierno está pavimentado de buenas intenciones.

Comencemos con una interrogante: ¿es posible llegar a entendimientos con los que perpetraron la espantosa masacre del domingo en Bagdad (131 muertos) o los asaltantes a un café de Dahka, donde veinte rehenes murieron?

¿Cómo puede “despolarizarse” Afganistán, dividido entre tribus que lapidan mujeres y queman vivas a hijas por rehusar casarse con el escogido de su familia?

Esto nos lleva a una conclusión irrefutable: es imposible lograr entendimientos con sicópatas, fanáticos, con gente que se cree en posesión de la verdad suprema, con una banda de locos.

El que haya individuos y grupos que quieran imponer sus “verdades” asesinando a inocentes como la guerrilla en los años Setenta y Ochenta o las bandas de Boko Haram en Somalia, lo comprueba.

Los entendimientos únicamente se dan entre personas civilizadas, las que de todas maneras nunca están en posturas irreductibles, “polarizadas” a menos que se trate de pasiones personales como pleitos por rivalidades románticas.

De allí la frase francesa sobre cómo descubrir el origen de una enemistad: “cherchez la femme”, busca a la mujer...

Para que dos personas, o entes, o grupos sociales concuerden en algo, se necesita que estén parados en un común terreno de ideas o de principios. Un sordo difícilmente va a comprender lo que un melómano dice sobre una sinfonía.

Lo que aflige a tantas personas en este suelo es la distancia, abismal para muchos, que hay entre los objetivos económicos, de crecimiento, de orden de leyes, de organización social entre los comunistas con la gente normal, de trabajo.

Modelos y paradigmas sobran de lo que son sociedades libres y prósperas, con esquemas de barbarie, miseria y brutalidad que sólo cavernícolas no rechazan.

No hay personas con la cabeza en su puesto que vacilarían entre escoger a vivir en Japón o Líbano, a verse forzados a pasar hambre en Venezuela o Corea del Norte.

Hay además un vínculo “de hierro” entre libertad y prosperidad. Los países son prósperos en la medida de que son libres, libres en lo político pero principalmente en lo económico.
 

En los países libres
en las panaderías hay pan

     

El que Cuba esté peor que Haití y Haití mucho mejor que Venezuela (pues en Haití y a diferencia de Venezuela, en las panaderías hay pan y en los talleres de automóviles hay aceite para recambio) se debe a que Haití es libre mientras Venezuela no lo es y más bien está al borde del desplome, como un edificio otrora majestuoso carcomido por cucarachas ponzoñosas.
  
En la época del estalinismo, durante la “Guerra Fría”, los rusos que viajaban a Londres o a Lima o a Beirut no daban crédito a sus ojos de lo que veían: tiendas y almacenes no sólo con anaqueles llenos de mercaderías, de mucho que comer, sino además muy coloridos, pues en los expendios del Bloque Soviético, lo que nos consta de vistas y oídas, todo era color empaque...