La Crucifixión de Jesús es el hecho histórico que con mayor frecuencia se ha representado en el arte. Desde el momento mismo de la Crucifixión, las primeras comunidades cristianas intentaron inmortalizar el martirial evento en esculturas, pinturas, mosaicos o en cualquier forma de arte disponible, con la idea que ese dolor y sufrimiento que era incomprensiblemente inhumano pudiera ser entendido por la humanidad que no había sido testigo directo del hecho.
Es interesante el dato de que tanto artistas agnósticos como creyentes han puesto su esfuerzo y genialidad al servicio del arte para plasmar de la mejor manera posible la Crucifixión de Jesús. De manera que no es extraño que cuando preguntamos ¿cuál es el color de la Crucifixión?, no especulamos si tiene un color especial. Pensamos en el color de la Crucifixión, interpretando esta pregunta con los colores usados en las obras de arte o en la presentación de películas sobre la Pasión de Cristo.
En muchas pinturas, esculturas o mosaicos, el acontecimiento es representado en claroscuros y en tonos sombríos de gris o café, pero si ponemos mayor atención, es el rojo el color dominante, tanto en la base física como en el trasfondo psicológico. Y es que, es precisamente el color de la sangre derramada por Jesús, el que sigue siendo predominante en las obras que tratan sobre su crucifixión.
Es el “Cristo Amarillo” del artista francés Paul Gauguin en 1889, que marcó una tendencia a la pintura de colores de la Crucifixión. Pero es interesante y llamativo que sean pintores no cristianos y agnósticos del siglo XX como Marc Chagall (1887–1985) y Pablo Ruiz Picasso (1881–1973) los que hayan logrado ver más allá del color rojo en la Crucifixión de Jesús.
Marc Chagall, judío de origen ruso que vivió una de las grandes atrocidades del siglo XX y que además sufrió un gran impacto emotivo-espiritual por la consternación del Holocausto, plasmó la Crucifixión en su pintura con nombre y colores específicos: “Crucifixión en blanco” (1938). Según Chagall, la “Crucifixión en blanco” nos muestra un Jesús con atuendos judíos haciendo concordar el sufrimiento del Jesús crucificado con la situación de dolor y agonía de los judíos durante la victimización masiva que tuvieron en el Holocausto. Se trata, según manifiesta, de una extrapolación del sufrimiento de Jesús, al sufrimiento de su pueblo judío. En 2012, en una entrevista con la revista italiana jesuita La Civilta Cattolica, el Papa Francisco declaró que esta es una de sus pinturas favoritas.
El famoso pintor español Pablo Picasso, quien a pesar de haberse proclamado agnóstico, realizó a lo largo de su vida varias obras sobre la persona de Jesucristo, una de estas pinturas es “La Crucifixión” (1930). El autor representó los grandes temas que obsesionan a la humanidad: el sufrimiento, la muerte, el dolor de los inocentes y sobretodo la espera de una respuesta divina a estas dolencias.
Sin embargo, es sobre el color rojo martirial, que debemos colocar nuestra atención, pues en muchas ocasiones visualizamos mentalmente el evento de la crucifixión en diversos tonos de abigarrados colores. Al verlo así, olvidamos el componente principal que derramó Jesús en la Cruz: Su Sangre, elemento valioso sin el cual no podemos mantenernos con vida.
La Sangre de Jesús fue derramada a través de sus heridas, golpes, ulceraciones y laceraciones. Los científicos estudiosos de la Crucifixión han calculado que se vertió de medio a un litro de sangre por las heridas secundarias a Su flagelación y a las caídas sufridas mientras cargaba la pesada Cruz. Además un estimado de 2.5 a 3 litros de sangre después de haber sido clavado hasta el momento de su muerte, cantidad de sangre suficiente para causar debilidad, agotamiento, tribulación e incluso una muerte en agonía.
Si olvidamos el color rojo de la sangre en la escena de la Crucifixión estamos obviando los acompañantes de dolor, angustia y sufrimiento que caracterizaron la Pasión y Muerte de Jesús. Es por eso que en este periodo de reflexión debemos recordar que la sangre derramada en la Crucifixión nos expresa un sufrimiento y dolor que trasciende el entendimiento humano y que no será sangre desperdiciada, perdida o dilapidada. Es sangre con valor para cubrir la redención y perdón de los que en Él creemos.
Médico y columnista
de El Diario de Hoy