Estados Unidos es la nación de las bebidas dulces, la comida rápida y los “couch potatoes”, las personas que se sientan a ver programas de televisión durante horas y a hartarse de chucherías. Pero esas comidas y ese hábito es culpable, en gran parte, de que muchísimos estadounidenses, especialmente mujeres, sufran de obesidad. Si por un lado hay, sobre todo entre los jóvenes, una verdadera afición por el ejercicio y “estar en condiciones” excelentes, por la otra un enorme porcentaje de la gente sucumbe a la doble tentación: no hacer ejercicio y comer sin medida.
En ninguna región del mundo se ven tantos obesos, tan obesos, como en Norteamérica. Personas supergordas que caminan como supergordas son parte del paisaje urbano; lo triste es que ahora hay familias de gordos, donde abuelos, padres, hijos y nietos se desplazan juntos, lo que es peor, sin que nadie ponga atención al espectáculo. Lo más triste es que un número de obesos ha llegado a creer dos cosas:
* la primera, que están así por causas fuera de su control, como si la gordura les hubiera caído del azul del cielo, como si se tratara de una maldición bíblica;
* la segunda, que la obesidad les vuelve simpáticos. Inclusive muchos de ellos están convencidos de que sus enormes barrigas son una señal de belleza;
* lo tercero, que nada o muy poco se puede hacer para librarse de la gordura.
Nada de chucherías en la escuela
Sin duda no es nada, nada fácil bajar cien o ciento treinta libras de peso en corto tiempo. Por lo general el pobre gordo hace esfuerzos casi sobrehumanos para comer menos, baja sus libritas pero a los dos meses vuelve a nutrirse como antes y no sólo recupera el peso anterior, sino que lo supera. Hay quienes adoptan medidas heroicas, como coserse el estómago para reducir la cantidad de comida que se puede procesar; una joven conocida nuestra pudo, con tal draconiana decisión, dejar el planeta de la obesidad y recuperar su forma original.
El caso es que la subsecuente diabetes no va sola, sino que acarrea otros terribles males: ceguera, colapso renal, gangrena, amputaciones, impotencia, son parte del rosario de desgracias, incluyendo, como es natural, la desgracia de sufrir una permanente dieta, no volver a deleitarse con una copa de vino y pasar de crisis en crisis. Ver un buen pastel, o un suculento plato de espaguetti alle vongole, equivale a la tortura medioeval del potro. Lo triste es que se llega allí comiendo comida basura, o, como uno de los hombres más grandes que hemos conocido, grandeza física, eso es, que se tomaba a diario una caja de veinticuatro latas de un famoso refresco.
Tanto aflige la situación, que en un tiempo se convirtió en un problema nacional en Estados Unidos, y en las escuelas suprimieron dispensadores de bebidas carbonatadas.
El mal del siglo: la gordura
Lo triste es que se llega allí comiendo comida basura, o, como uno de los hombres más grandes que hemos conocido, grandeza física, eso es, que se tomaba a diario una caja de veinticuatro latas de un famoso refresco.
25 July 2016