Le habla de lo que tiene que hacer el gobierno para evitar un colapso, aunque para efectos prácticos el país ha llegado al punto del resquebrajamiento moral, político, económico y administrativo.
Las cosas marchan por inercia, porque las instituciones siguen haciendo lo suyo pero principalmente gracias a que los sectores vivos de la nación siguen trabajando, invirtiendo lo necesario, esforzándose para mantener su personal, sirviendo a sus clientelas, proveedores, cadenas inmediatas de relación con ellos.
Hace un par de días el Secretario Técnico de la Presidencia hizo saber que no hay dinero para pagar el Fodes a las alcaldías, lo cual significa que éstas, a su vez, no podrán hacer labores de mantenimiento de carreteras, calles y caminos.
Lo que las autoridades de Transporte van destrozando día a día con los cambios de rutas (incluyendo la enorme cárcava del Tutunichapa), destrozado queda...
Pero hay además incomprensión de los más elementales efectos que una política, cualquier política, tiene sobre el resto de la economía; cuando el Fondo Monetario dijo que no servía de mucho el impuesto a las transacciones bancarias, la presidenta de la Asamblea dijo que eliminar ese tributo “beneficiaría a los bancos”.
La buena señora no se ha dado cuenta aún de que los bancos pasan esos costos, cualquier costo, a las clientelas, lo que repercute en el bolsillo de todos los pobladores.
Y en toda la habladuría sobre pacto fiscal, reformas, recuperar la confianza, etcétera, el gobierno se hace el desentendido con respecto a dos hechos:
el primero, reducir la masa de cuarenta y tantos mil empleos que de un día para otro Funes “creó”, según se dice, como pago al FMLN por haberlo llevado al poder, un poder que ejerció en la manera más nefasta para este país.
lo segundo, que no se podrá avanzar mientras no se remuevan ministros y funcionarios ineficientes para reemplazarlos con gente cualificada.
Nadie debe gobernar
con base en ocurrencias
El resquebrajamiento se ve venir en el horizonte a causa de los crecientes pagos que el gobierno debe hacer a entidades crediticias y por las emisiones de Letes, que se colocan en el mercado a tasas crecientemente altas para poder venderse.
Pero para todo, siempre está la presión para que la Legislatura autorice más préstamos o se haga una reforma para robarse los ahorros de los trabajadores.
Y esto sin que se hayan implantado los “cambios profundos” del comunismo, los que provocarían una hambruna de proporciones como la venezolana.
Por más vueltas que se le quiera dar al asunto, hay normas de administración, una ciencia hacendaria, consecuencias inevitables cuando a un país le dan de palos hasta aniquilarlo, lo que se debe esperar de gobernar a base de ocurrencias versus hacerlo con los pies en la Tierra.
Igualmente, tener frente a los ojos los efectos que para cualquiera genera “topar la tarjeta” y exponerse, como dijo un reconocido abogado, a que los acreedores le saquen avisos instándole a pagar.