Todo lo quieren para ellos, como en las cavernas

Cambiar las estructuras formales de un país es siempre posible, pero mientras no se manoseen ordenamientos y derechos que están por encima de toda asamblea, toda elección, toda voluntad de un conglomerado.

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16 June 2016

Sin disimulo la extrema izquierda y sus aliados, autocalificándose como “progresistas”, “democráticos” y redentores del género humano, se proponen el control de la judicatura, del “poder económico”, del “poder mediático” y de todos los poderes que son y por haber.
  
Y todo lo que no encaja con su proyecto se califica como reaccionario, de derecha, “al servicio del imperialismo”, “oligarca”, “opresor” y más lindezas por el estilo. O como lo dijo la diputada efemelenista Sosa ante delegados de los partidos políticos que forman parte del Foro de Sao Paulo  en 2010 en Los Ángeles: “...Ganamos las elecciones pero no ganamos el poder mediático, no ganamos el poder económico, no ganamos la mayoría del Congreso. Tenemos una Corte Suprema de Justicia con mayoría de la derecha... por eso decimos que este es un gobierno (de Mauricio Funes) de transición, no tenemos la totalidad del poder...”.

La postura es obviamente clasista: se trata de “nosotros” y “ellos”; o estás aquí, o estas allá. No hay medias tintas ni personas neutrales.

Y a ello se debe agregar que “ellos”, los “otros”, los oligarcas o explotadores, quedarían en un limbo como el de La Divina Comedia o van directamente al infierno, que son  las cárceles donde hunden a sus enemigos, o al paredón.

Inclusive tienen su propio disfraz, chaquetas rojas o rojo hasta los calcetines y las chinelas. Chávez y Maduro inclusive han tenido la osadía de hacerse ropa con la bandera venezolana, sobre la que en parte se sientan. 
 

Pregunten a los venezolanos
lo que debe ir guardándose

 

Las elecciones nunca son eventos para desmantelar la composición del Estado, suprimir los pesos y contrapesos institucionales, derogar leyes ni menos lo que son precisas disposiciones constitucionales o libertades esenciales.

 Cambiar las estructuras formales de un país es siempre posible pero mientras no se manoseen ordenamientos y derechos que están por encima de toda asamblea, toda elección, toda voluntad de un conglomerado.

De igual manera como y desde hace siglos “nadie puede venderse como esclavo” y desde nuestros Próceres nadie puede vender a otros, hay límites y restricciones evidentes, pero es obvio que los del Foro, o una parte de ellos, están más que preparados para pisotear esas cláusulas “burguesas”.

Y si pasan por encima de derechos y libertades ajenas, no tendrán reparo alguno en abolirlos si así les conviene.

Entre otras propuestas, una mayoría del Foro y además la representación del partido oficial salvadoreño van a respaldar a Maduro y a la Rousseff, indistintamente de lo que estén haciendo, de los abusos de los que les acusan o de las hambrunas causadas por sus desafueros y ocurrencias.

Esto muestra otro hecho que debe preocupar enormemente a los pobladores en un país: así como el mítico detective James Bond tiene “licencia para matar”, la extrema izquierda cree que la tiene para robar, perpetrar tropelías, ser grandes corruptos.

Y de allí lo último en nuestro país: las brigadas de protección a los corruptos, que en estos momentos están en toda clase de movimientos para librar a decenas de procesados e investigados por presunto enriquecimiento ilícito, haciendo valer un sagrado principio revolucionario: lo robado, robado queda.
  
Por cualquier cosa los salvadoreños harán bien en comenzar a guardas alimentos, aceite, baterías, medicinas, papel higiénico, leche en polvo... pidan consejo a amigos venezolanos que no tienen qué comer.