El hotel Semiramis, si es que aún está en pie pese a su extraordinaria ubicación en Bagdad, era el lugar ideal para recorrer la antigua Sumeria, retroceder seis u ocho mil años en el tiempo.
En esa vasta planicie, casi desértica desde que los mongoles destruyeron los sistemas de irrigación que durante milenios hicieron de Sumeria una tierra fértil, se encuentran las ruinas de Ur, la bíblica Ur de los Caldeos, de Uruk, de los zigurats, o torres con una senda en espiral que conducían a la sima donde los sacerdotes se creían más cerca de los dioses y que dieron lugar a la leyenda de la Torre de Babel, donde Yahveh confundió a los hombres negándoles una común lengua para comunicarse.
En Ur vivió Abraham, de cuya descendencia se derivan judíos y árabes... comprobando que las rivalidades entre hermanos pueden ser mortales, como en las historias de Caín y Abel y de Rómulo y Remo, descendientes de Eneas el troyano.
Para recorrer Sumeria se contrataba un destartalado vehículo, en el hotel suministraban una lunch box, un infame almuerzo con un pata de pollo... ¡y santas pascuas!, lo que era un aperitivo para agradables cenas de cocina internacional con toques árabes.
Occidentales éramos dos o tres, lo que espontáneamente nos hacía compartir mesa y conversar en inglés. Un estudiante de la Universidad de Múnich y un técnico pretrolero estadounidense que trabajaba con las petroleras foráneas.
Sin duda las ruinas de Babilonia, “la ramera del mundo”, eran el punto medular para turistas poco versados en historia; pero de sus jardines colgantes y las torres que flanqueaban las entradas no queda nada, son montículos de tierra pues lo monumental está en Berlín, en la Isla de los Museos que entre otras maravillas atesora el Altar de Pérgamo, obra cumbre del periodo helenístico de la Grecia clásica, y Nefertiti de Egipto, una bella y muy distinguida dama que vivió hace tres mil quinientos años.
En Sumeria se encuentran las ruinas de Ctesifonte, frente a cuyas murallas murió Juliano el Apóstata, el emperador romano que quiso rescatar al mundo antiguo de la decadencia que siguió al reinado de Constantino, que permitió que lo bautizaran en su lecho de muerte y cuya madre, Santa Elena, se dio a la tarea de rescatar y renovar los monumentos del cristianismo antiguo, entre ellos lo que se cree son maderos de la verdadera Cruz.
Un rey asesinado con sus ministros
y extranjeros pasados a cuchillo
La Bagdad de entonces atesoraba maravillas, lo que arqueólogos desenterraron en Sumeria, incluyendo las figuras con los rostros inmóviles pero muy vivos de deidades y monarcas, figuras en piedra con sus manos entrelazadas sobre el pecho.
El viaje terminó y de vuelta a la Universidad Friedrich Maximilian de Múnich, donde pocos días más tarde Herr Professor Helmuth Kuhn inicia el seminario informando a los asistentes del horror que había tenido lugar en Bagdad: un grupo de militares depuso y asesinó al Rey, descuartizó al Primer Ministro y pasó a cuchillo a los extranjeros en los hoteles...
Recuerdo y me pregunto la suerte que haya corrido mi compañero de cena, un buen hombre, profesional, que estaba ayudando a los iraquíes a desarrollar su industria petrolera.
Las víctimas de los terroristas son siempre inocentes.