Se pacta la desmovilización pero no desobedecer la ley

Desafortunadamente sentimos haber sido mal interpretados por nuestro colaborador Paolo Lüers, respecto a lo que ha sido siempre nuestra posición, anclada en los que son pilares fundamentales de la Civilización Occidental

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05 April 2016

Los acuerdos de paz, como dijimos en nuestra previa nota, permitieron a un grupo de guerrilleros incorporarse a la vida del país, abriendo con ello ventanas de oportunidad para el trabajo en común, para unir esfuerzos y en tal manera construir una sociedad pacífica y progresista.

Pero es incongruente que durante esos años se hablara de diálogo y la necesidad de concertar con la contraparte, frente a lo que sucede actualmente: ahora en el poder rehúsan llegar a entendimientos sustanciales con los sectores de trabajo y atropellan la imparcialidad de la ley para perseguir.

No es cierto que los comunistas salvadoreños no hayan podido formar partidos políticos. Se apoderaron de un partido tradicional, el PAR, para así lanzar la candidatura de Fabio Castillo, que fue estrepitosamente vencido en un debate por Fidel Sánchez, quien llegó a la presidencia en 1967. Luego tuvieron la UDN y más tarde “el ala izquierda” del PDC los acobijó, con similares resultados.

Se ha argumentado que fue necesario desencadenar una guerra sobre nuestro país para tener espacios de expresión, tanto de ideas como de programas, pero es importante recordar que en este Diario publicaron muchos de izquierda, siempre que expusieran sus ideas con decoro, sin amenazar o tergiversar la realidad, normas que se sostienen al día de hoy.

Sin embargo, una vez firmados esos acuerdos, no brillan ni esas ideas ni esa imaginaria elocuencia ni esa defensa “de la justicia”; todo son mediocres discursos, repeticiones de gastados eslóganes, las viejas prédicas del odio de clases.

No logran liberarse de su obsesión estaliniana 

Inclusive ni siquiera han sido fieles con sus tradicionales aliados, los que han ido apartando hasta dejar el verdadero control estatal en manos de los de hueso duro, los que, como señalamos, no abandonan su obsesión estaliniana y su tentación de formar campos de concentración, como es Cuba a lo largo y ancho de su territorio.

Se afirma que el problema de exponer ideas es que hay quienes no entienden lo que se dice mientras otros entienden más de la cuenta. Y en nuestro caso, al hablar sobre los Acuerdos de Paz desafortunadamente sentimos haber sido mal interpretados por nuestro colaborador Paolo Lüers, respecto a lo que ha sido siempre nuestra posición, anclada en los que son pilares fundamentales de la Civilización Occidental: la Carta Magna, los Diez Mandamientos, el Código de Hammurabi y la Declaración de Independencia de Estados Unidos.

Esta última en forma muy precisa afirma que hay derechos y libertades que están por encima de la ley, de toda legislatura, de lo que una generación de hombres decida. Y eso mismo es el espíritu de la Carta Magna, la Declaración de Derechos de la Revolución Francesa, el Código de Hammurabi (tallado en una estela que se conserva en el Museo Británico), los Diez Mandamientos y el Sermón de la Montaña.

Por extensión, también esos principios y libertades están por encima de acuerdos firmados por dos beligerantes, que quedan siempre obligados como ciudadanos a acatar las leyes y comportarse con decencia, ser corteses. La alternativa es la barbarie.

Además se tiene que diferenciar entre lo que son movimientos ideológicos y políticos que mal o bien se enmarcan en el Orden de Derecho, y lo que son agrupaciones de fanáticos, como los comunistas, el ISIS y los talibanes, que no vacilan en asesinar para alcanzar sus fines.