"Europa murió en Auschwitz” es el título de un artículo escrito por un español, Sebastián Vilar Rodríguez, que compara lo que existió antes de Hitler y el Holocausto y la realidad que se padece actualmente con la amenaza de los extremismos, sobre todo el islámico.
En Auschwitz, dice Vilar, quemamos pensamiento, cultura, creatividad, talento. A lo largo de la historia los judíos contribuyeron a civilizar, enriqueciendo con arte, música y literatura a Europa. Sus músicos como Mendelsohn, sus científicos como Einstein, sus novelistas como Zweig dieron forma y profundidad a nuestra civilización.
Vilar se pregunta: ¿hay un caso de un judío que haya incendiado un templo de la denominación que sea, que asesine atletas durante un festival olímpico, que decapite a gente inocente, que estalle bombas en mezquitas, escuelas, sinagogas, centros comerciales o aviones?
¿Se ha dado el caso de un avión secuestrado por judíos o de guerras entre ellos que busquen exterminar sectas judías diferentes a las suyas?
Auschwitz y los campos de exterminio como Bergen-Bergen y Dachau no sólo martirizaron judíos, sino cristianos, polacos, minorías. El saldo del Holocausto fueron veinte millones de rusos muertos, diez millones de cristianos, mil novecientos sacerdotes y monjas inmolados. Y, pese a ese horror, los ayatollahs de Irán insisten que el Holocausto no sucedió, que es una leyenda y por lo mismo hay que borrar toda referencia a esa tragedia.
Alemania, en esos momentos, era el país vilipendiado, la nación que no conseguía librarse del pasado racista y xenofóbico de los nacional-socialistas. Y para ponerla de rodillas los Aliados destruyeron sistemáticamente sus ciudades cuando estaba vencida.
Nadie que haya visto urbes otrora maravillosas convertidas en campos de escombros hasta el suelo, perdona esa insania. Nadie que haya visto la Catedral de Colonia con los techos destrozados, justifica esa barbarie.
El precio de la civilización es la vigilancia eterna
La Constitución alemana proclama la tolerancia hacia todas las razas y religiones, lo cual es aprovechado por intolerantes presas del odio y los fanatismos, pero que viven de subsidios, que se niegan a aprender los idiomas de los países que los acogen y que mantienen a sus mujeres en una virtual esclavitud.
La intolerancia de los ayattolahs ha contagiado países como Suecia, que para no “ofender” a ciertas minorías prohíbe que en escuelas y universidades se hable del Holocausto y de la persecución de los judíos por el nacional-socialismo.
Es como si hoy en día, o en unos años, se prohibiera a medios de difusión o catedráticos universitarios, hablar de las atrocidades perpetradas por el ISIS en el Medio Oriente, incluyendo la destrucción de monumentos históricos.
Europa debe abrirse a las minorías perseguidas, pero igualmente rechazar a los extremistas que en lugar de cultura, ideas, trabajo, arte y ciencia, lo que aportan es fanatismo y odio, llegando al extremo de indoctrinar a sus hijos para que se conviertan en máquinas de destrucción y muerte.
Algunas religiones están expuestas a ser victimizadas por sus minorías fanáticas.
Mucho de la civilización murió en Auschwitz
Europa debe abrirse a las minorías perseguidas, pero igualmente rechazar a los extremistas que en lugar de cultura, ideas, trabajo, arte y ciencia, lo que aportan es fanatismo y odio.
11 April 2016