Al menos 10 pequeños empresarios que tomaron créditos con el programa Fomilenio I no pudieron pagar las cuotas de amortización, por lo que Bandesal ha tenido que embargar sus propiedades, se informó el domingo en EL DIARIO DE HOY.
Los afectados dicen que les pintaron muy optimistas perspectivas, lo que llevó a algunos de ellos a expandir sus operaciones, como el caso de una fábrica de hielo, pero que nada se materializó y han tenido que entregar sus negocios, vehículos y sus viviendas, hasta literalmente quedar en la calle.
“Así de desolado está también el local de El Salvador Produce, una planta que pretendía recolectar las frutas y verduras que los proyectos agrícolas de Fomilenio I cosecharían y que luego serían incorporados a una prometida cadena de distribución que nunca se hizo realidad”, dice la noticia.
En ningún momento, agregan los afectados, recibieron de entidades estatales (mencionan la Secretaría Técnica) asesorías para sacar adelante sus microempresas, a lo que se suma que no hubo el esperado crecimiento económico en la Zona Norte del país como efecto de los programas.
El drama de ese grupo de pequeños emprendedores es, con sus variantes, el que en mayor o menor medida sufren las empresas, grupos de trabajo, comunidades, artesanos, comerciantes y buhoneros en todo el territorio.
A consecuencia de las desacertadas políticas implantadas por los gobiernos rojos, a causa de la voracidad fiscal y como resultado de la ineficiencia de los funcionarios que manejan entes estatales, la economía va en retroceso.
Y a esto se agregan los efectos de la violencia, de las extorsiones, del tremendo desmadre causado por el Sitramss, el negocio de los rojos que ha usurpado las principales arterias de la capital.
Iniciar un negocio nunca es fácil
Nunca es fácil iniciar un negocio, de la naturaleza que sea, y lograr que sobreviva más de un año. La mayoría fracasa, sobre todo comedores y restaurantes.
Y a esto hay que añadir otro hecho: modelos de negocios que fueron exitosos en una época no necesariamente lo siguen siendo una generación más tarde, por lo que un ingrediente esencial para el éxito es la renovación constante, innovar, introducir nueva tecnología, cambiar modelos de competencia, etcétera.
Pero para renovar e introducir nuevos equipos, tecnología, sistemas, asesorías, capacitaciones, modernizarse, hay que contar con capital, lo que es crecientemente difícil exprimiendo a los productores y promoviendo el despilfarro y el sostenimiento de las decenas de miles de activistas que entraron con Funes.
Uno de los que capitanean a los comunistas se las pasa pontificando sobre las “oligarquías neoliberales”, sin reparar, ni por un instante, que ninguno de los grupos de trabajo que puedan denominarse como tales, eran actores de primera línea hace cien años.
Los “oligarcas” de hace un siglo desaparecieron, lo que comprueba que el mercado va cambiando con el paso de las generaciones.
Los pequeños artesanos, las pymes, ni deben desalentarse por lo sucedido con la promesa fallida de Fomilenio I, pues hay otros programas menos aparatosos pero que están haciendo una gran labor para capacitar y ayudar, como los patrocinados por JICA de Japón, GTZ de Alemania, USAID de Estados Unidos, Propemi de Fusades, etc.