Las calles y las aceras de la capital, como de cualquier ciudad que se precie de civilizada, no son ni propiedad de vendedores ambulantes ni de sus concejales, sino de transeúntes y vehículos.
Por una decisión populista, la alcaldía capitalina está construyendo galeras, o champitas, en calles que habían sido recuperadas por el alcalde Quijano.
En tal sentido la actual municipalidad va de reculada a los tiempos de la previa municipalidad roja, del desorden, de la proliferación de prostíbulos, de los grandes endeudamientos y de las hordas de activistas rojos pagados con dinero de los sansalvadoreños.
Y aquí se conjugan lo desacertado con lo irreflexivo: taponear calles complica todavía más el descomunal desmadre del tráfico de la Capital, ciudad partida en dos en provecho del negocio privado del Sitramss.
Y decimos desacierto porque los del Viceministerio de Transporte van de barbaridad en barbaridad cambiando rutas cada cinco o seis días, creyendo que en cualquier momento, por la infinita misericordia de Dios, encontrarán el esquema perfecto para la circulación de buses.
Y además de ese sistema perfecto se incrementarán las ganancias de los dueños del Sitramss...
Todo, hay que recordarlo, inició con un alcalde democristiano de San Salvador que entregó “al pueblo” calles y aceras, continuando la destrucción de una ciudad que hasta los Años Sesenta fue ordenada, relativamente limpia, grata y peatonal en el sentido de que la gente iba de un lugar a otro a pie. Pero entonces iniciaron las marchas callejeras comunistas y las “pintas”.
Las personas que nuestros reporteros han entrevistado en las calles donde están colocándose esos cubículos unánimemente los condenan: ponen en peligro a los transeúntes, que se quedan sin aceras o están forzados ir por la calle, con riesgo de ser arrollados.
A ello se suma otro grave perjuicio: el de los comercios y negocios establecidos en esas calles a los que de pronto les taponean sus entradas, afectándoles y perjudicando a sus clientelas.
Las calles invadidas de informales son además campo fértil para delincuentes, se trate de los extorsionistas que comienzan a cobrar “renta”, como de asaltantes, topeteros y mafiosos, siendo estos últimos los que se posesionan de tramos de las calles invadidas y cobran por su uso.
A ello se suman los asaltos, los carteristas, la venta de estupefacientes, la trata de blancas...
De ocurrencia en ocurrencia,
incivilizando la ciudad
El desorden es la partera de mil plagas, como quedó demostrado en los años del alcalde antes mencionado y con la alcaldesa roja y sus camioncitos chatarra.
El desorden es el nivel de inicio en la marcha hacia la civilización. Los cavernícolas tiraban en sus cuevas restos de los animales que devoraban, lo de uso y lo de no uso... a medida que su capacidad cerebral iba incrementándose, también eran más ordenados, aunque al no haber vehículos como ahora las ciudades eran enormes bazares.
Obviamente las galeras carecen de sanitarios, lo que agrega a su “carácter”. Al no haber sanitarios tampoco hay chorros donde lavarse y con ello se aumentan los riesgos de propagar enfermedades. Y con el desastre de los hospitales públicos con tantos pacientes durmiendo en suelo y las carencias de medicinas ¿qué espera a los vendedores?
Moraleja: en la próxima, voten por gente con la cabeza ordenada...