El Salvador destaca en la región por su falta de transparencia en todos los ámbitos y especialmente en lo referente a los procesos electorales, sobre los que nadie sabe con certeza cómo son financiados y por lo mismo se prestan a manipulaciones, dice Kevin Casas-Zamora, quien viene investigando el tema desde hace muchos años.
Fue en México donde por vez primera aparecen grupos al margen de los partidos y del gobierno, que reúnen fondos para financiar campañas sin estar sujetos a fiscalizaciones de ninguna clase.
“Los amigos de (Vicente) Fox”, de México, fue la primera estructura paralela que se formó para recoger fondos y usarlos en las campañas, sin que las entidades electorales legales los vigilaran y fiscalizaran.
Estas “estructuras paralelas” recaudan fondos y gastan fondos durante las campañas, evadiendo la responsabilidad financiera de los partidos, colocándose al margen de la ley.
Y al ser así, los “amigos” quedan sin restricciones para vender canonjías, promesas de contrataciones futuras, nombramientos, lo que fuera. En eso se repite lo que fue una práctica hasta hace un par de siglos: vender judicaturas, cargos (incluyendo el de recaudador de impuestos), títulos nobiliarios.
Y eso de “los amigos de tal o cual personaje” es la vía hacia la corrupción, a la impunidad.
Como lo dice Casas-Zamora, son “serios los desafíos que presenta el control de la financiación de políticos, los que pagan favores a sus donantes durante sus mandatos... estas tramas propician la corrupción”.
Las tramas pueden por una parte canalizar fondos estatales para los partidos oficiales, como se ha visto en El Salvador, al mismo tiempo que se busca suprimir apoyos a la oposición, como en Venezuela, que es el único país del Hemisferio que no asigna presupuestos a los partidos.
Al no existir controles exhaustivos sobre los financiamientos de los partidos, se abren las puertas a dos fenómenos: uno, que regímenes extranjeros intervengan en las campañas pasando dinero a un partido afín, como precisamente ha hecho Venezuela con Alba en varias naciones incluyendo, lo que no es ningún secreto, a El Salvador.
Lo segundo son dineros provenientes del narcotráfico, que más y más se inmiscuyen en la política interna de los países para lograr impunidad, protección y colaboración.
No les interesa el ministro
pero sí el jefe de aduanas
En un momento dado hay miembros de un gobierno que pueden ordenar el no registro de furgones o dejar determinadas zonas de la costa sin patrullajes.
El caso extremo, según se dice, es el del norte de Guatemala y ciertas áreas de la frontera entre México y Estados Unidos, lugares que entre otros hechos se usan para cavar largos túneles para el trasiego de la droga.
Casas-Zamora lo pone muy claro: no se habla públicamente, pero todo el mundo sabe de la participación del crimen organizado en los procesos electorales, lo que no es un fenómeno solo de Centroamérica; es una práctica del crimen organizado y casi en todos los casos se da a través del nivel local de la política. El ámbito local es el eslabón más débil del sistema político en términos de riesgo de penetración del crimen organizado.
Desde la óptica de las organizaciones criminales es mucho menos expuesto y más barato capturar instituciones al nivel local. El narcotraficante no necesita comprar al ministro de Hacienda; necesita comprar al funcionario de aduanas...