A dos años de su estreno, el nuevo y ya desvencijado Hospital Nacional de la Mujer está sin máquinas de lavar ropa, tiene problemas en los ductos de desagües y la gente habla, con razón o sin ella, de que aparentemente sufre fallas en su estructura, que pueden ponerlo en peligro en un sismo.
El hospital fue la “obra promesa” de Funes, que al asumir el poder colocó la primera piedra con gran ceremonia para poner la segunda casi al final de su desgobierno. Y el hospital tiene las señales de lo que se hace a la carrera y por lo mismo sin asegurarse de que haya calidad en lo efectuado ni seguridad en las instalaciones.
La mayoría de estructuras puede revisarse, determinar si tienen fallas, corregir lo que no está bien, hasta colocarles nuevas fundaciones al lado de las existentes. Eso es más barato que tener que terminar derrumbando un edificio y fabricar otro y, lo más importante, no exponerse a que una estructura colapse y cause víctimas, lo que es un horror.
El hospital, como es la práctica de los centros de salud que construyen los comunistas, es un cascarón con apenas lo indispensable. En el hospital Zacamil construyeron una “Unidad de Máxima Urgencia”, que a un año de su inauguración permanece vacía, sin instrumental de ninguna clase, como la sala de primeros auxilios del Bloom, los quirófanos sin aire acondicionado, clínicas sin ambulancias, etc., Faltan equipos de lavandería, camas, el elevador no funciona... Y queda siempre el problema que puede tener una estructura defectuosa, o fundaciones inadecuadas, o columnas mal coladas, como en cierto modo lo indican las fugas de agua.
Un estudio minucioso de las estructuras, lo que en parte se realiza con “martillos” que golpean y miden la resistencia del concreto y de las paredes, sería de rigor, como perforar agujeros al lado de las fundaciones para determinar si el suelo es el apropiado al diseño de las mismas.
Si una columna se demuestra débil, puede reforzarse con una especie de camisa de concreto, como una fundación débil rodeándola de una malla de acero y colando nuevo concreto.
Entregan los cascarones y que el público aguante
El desvencijado Hospital de la Mujer es un fiel reflejo de los desvencijados servicios de salud, los servicios a los que acude la población en general, donde cirugías urgentes se programan para un año más tarde (y casos que pudieron curarse se volvieron incurables), a lo que se suma que la falta de instrumental y lo inadecuado de las instalaciones obligan a comprar cirugías a clínicas privadas.
Cualquier negocio privado, aquí o en el mundo, donde los gerentes no den pie con bola, sean incapaces de administrar y fabriquen productos defectuosos, hace lo lógico: ponerlos de patitas en la calle y contratar gente con cabeza y habilidades.
Eso no sucede en El Salvador, donde se sostiene a incapaces en sus puestos, como cementados en sus sillas, por su militancia comunista.
Y la gente que vea cómo se las arregla, o como les dijo Daniel Ortega a los nicaragüenses menos jóvenes, “muéranse ustedes”, dejen de ser una carga para “el Estado”.
En los tiempos de las torturas, en la Edad Media, muchos verdugos amordazaban a sus víctimas para no oír sus gritos de horror.
Como quieren hacer con el estado de sitio: amordazar para no oír protestas.
Un hospital desvencijado con aparentes problemas
El Hospital Nacional de la Mujer es un fiel reflejo de los desvencijados servicios de salud, los servicios a los que acude la población en general, donde cirugías urgentes se programan para un año más tarde.
13 March 2016