Pasea Obama bajo la lluvia en las ruinas de la Habana

Nada mejor que ver "con sus propios ojos"; cómo vive la gente en Cuba, lo que los dispensarios ofrecen, del estado de calles, edificios y viviendas, de lo que visten y calzan los pobladores

descripción de la imagen

Por

21 March 2016

Bajo la lluvia el Presidente Obama hizo un recorrido por “el centro histórico” de la capital cubana, los emblemáticos sitios arreglados para ser vistos por los turistas; desconocemos si visitó los alrededores de “La vieja Habana”, donde prima lo ruinoso, pobre y casi primitivo, hoy en día símbolo de la pobreza en que el castrismo ha hundido al país.

Conocer de primera mano el estado de La Habana es la mejor preparación del Presidente para las conversaciones que mantendrá con los jerarcas rojos, que no podrán fanfarronear sobre “los grandes logros de la revolución”, de cómo el pueblo superó “la injusticia”, del bienestar existente, etcétera.

Nada mejor que ver “con sus propios ojos” cómo vive la gente en Cuba, lo que los dispensarios ofrecen, del estado de calles, edificios y viviendas, de lo que visten y calzan los pobladores, de lo que los niños juegan y sus juguetes.

Es de esperarse de que Obama haya visitado alguna clínica u hospital, para corroborar la leyenda de la supuesta excelencia de la medicina cubana, que entre otros logros no pudo entender ni detener la enfermedad mortal de Hugo Chávez.

¿Cuál es la causa del descalabro cubano, que ha forzado al régimen a vivir de las caridades soviéticas primero y venezolanas luego?

¿Por qué no hay en el mundo un régimen comunista o de un socialismo extremo, que sea próspero, libre, con diarios y emisoras independientes, donde los pobladores vivan felices?

La razón de ello se descubre en un hecho: para ser consecuente con su doctrina y sus prédicas, un régimen de esa naturaleza impone sobre sus súbditos, sus siervos, lo que deben hacer, cómo y dónde trabajar, lo que producen y lo que comen, dónde y en qué manera van a vivir.

Como además, de acuerdo a la doctrina, “todos somos iguales”, los salarios son también iguales, ganando lo mismo el peón de carretera que el cirujano estrella o el encargado de administrar un puerto.

El resultado es que para la inmensa mayoría de los pobladores se pierden los incentivos de avanzar, capacitarse, profundizar en un campo del saber, pues además no tienen la capacidad económica para hacerse de una computadora, accesar el internet, matricularse en escuelas a distancia, además de que para eso se necesitan permisos especiales.

¿Quién evitará la caída de Cuba en una hambruna? 

La Habana dilapidada lo está porque como esas viviendas son “del pueblo” pero no son de nadie, no es rentable emplear lo poco que se tiene en reparar o mejorar donde se vive, no digamos arreglar aceras o calles.

Ese mismo cuadro de ruina urbana en Cuba es regla en todas partes donde mandan o mandaron los comunistas: en Alemania oriental, en Bulgaria, en la misma Rusia y no digamos en Corea del Norte, las ciudades parecen como abandonadas, los parques son botaderos de basura, las viviendas especies de agujeros en paredes que nadie se explica cómo no se desploman. 

Así era en Halle y Brandenburgo y Potsdam, como sigue siendo en las ciudades del interior de Rusia, que no consiguen superar los años de los soviets.

Con la fuerza de su testimonio de lo que vio, Obama está en mejor posición para abogar por un cambio en Cuba que sea más que maquillaje. Y por más aferrado que esté el régimen, hay una dura realidad: nadie más que los Estados Unidos pueden salvarlos de un colapso total, de una hambruna de horror.