El pueblo salvadoreño, especialmente aquel que está apto para votar, lanzó tantos y tan variados mensajes el domingo 4 de marzo, que no hay columna de opinión que permita registrarlos todos. Sin embargo, en un esfuerzo por tratar de analizar algunos de los más claros llamados de atención enviados por la gente, exploremos las siguientes conclusiones preliminares.
Ya se ha hecho notar que ninguno de los dos grandes partidos del país consiguió aumentar su caudal de votos en 2018. Ambos han sufrido el desgaste que vaticinábamos, con la diferencia que la caída del oficialismo ha sido en verdad estrepitosa. ARENA no puede reclamar los méritos de un triunfo que, en realidad, ha sido producto de la debacle histórica de su adversario. El FMLN, por su parte, sí es responsable directo de su fracaso electoral.
PCN, GANA y PDC, en ese orden, vieron aumentar sus votos, pero ni la sumatoria de ellos confirma que el rechazo al Frente se transforma en apoyo automático a estos partidos. Fueron los tradicionales electores del oficialismo los que se quedaron en casa, se abstuvieron de emitir el sufragio o anularon sus opciones. Imposible conocer el fondo de cada una de sus motivaciones, pero no es arriesgado suponer una alarmante mezcla de ellas detrás del resultado.
El lamentable alineamiento de la cúpula del FMLN, y también del gobierno, a las directrices del chavismo venezolano, es un asunto que podría estar pasando factura incluso en la propia base del partido rojo. Hacen muy mal los dirigentes oficialistas creyendo que su militancia es incapaz de ver la tragedia humana en que se ha convertido el experimento socialista “del siglo XXI”. La inútil pelea contra el Órgano Judicial, la descarada protección a funcionarios corruptos, así como la percepción de que algunos líderes han pasado a la categoría de “nuevos ricos”, tampoco son variables que deban despreciarse al momento de analizar las razones del descalabro efemelenista.
Pocos días antes de las elecciones recordábamos que los ciudadanos hemos ido perdiendo interés en elegir a nuestros representantes en la Asamblea Legislativa. El ausentismo en estas citas de medio término ha aumentado de forma sostenida, y ninguna razón había para creer que el 4 de marzo iba a revertirse esa tendencia. Por el contrario, a los excusas de siempre se sumaban ahora otras consideraciones coyunturales pero con peso específico, incluyendo el mal desempeño gubernamental en áreas sensibles, las complejidades particulares de esta votación, la generalizada desconfianza en el proceso, el veto presidencial contra el DUI vencido y la invitación a anular o ausentarse que hicieran determinados actores políticos.
Toda esta mezcla de variables terminó siendo letal para el FMLN, que todavía debe a sus seguidores una explicación madura de lo ocurrido. Del nivel de autocrítica sincera que intente ensayar el partido dependerá no solo poner freno a la erosión de sus simpatías, sino a qué alternativas podría aferrarse el votante que hoy ha decidido darle la espalda.
Como es evidente, ARENA no ha sido el mayor responsable de su abultada victoria: ha ganado por descuento ajeno. Como sucede con infinidad de cosas en política, de la sabiduría con que la mayor fuerza opositora administre el poder otorgado dependerá el respaldo popular que conquiste hacia la cita presidencial del próximo año.
Un elemental sentido de pragmatismo llevaría a pensar que el resto de partidos en la Asamblea podría sentir hoy menos afinidad con el gran derrotado, aunque esté todavía a cargo del Ejecutivo. Pero existen otras consideraciones a tener en cuenta dado que la agenda de la próxima legislatura incluye la elección de magistrados constitucionales y al titular de la FGR. En cualquier caso, la defensa de la democracia tendría que ser la prioridad, de modo que siga estando en manos de los salvadoreños, a través de las urnas, el futuro del país y de nuestras familias.
Escritor y columnista de El Diario de Hoy