En cada niño hay mucho del Niño Jesús, de ese permanente milagro del eterno renacer de la inocencia, de la suprema dulzura.
La Navidad es, además de su significado espiritual, una celebración del niño, una fecha para recordarnos que nos debemos a los niños, a su cuidado, protección y alegría, a sus juegos, sus ilusiones y sus fantasías.
Es siempre una gran dicha para las familias, para las personas y para los vecindarios, que haya muchos niños en su entorno y que puedan sonreírles, hablar con ellos, divertirse con sus ocurrencias y sus preguntas.
Estas fechas son propicias para acercarnos a los niños, compartir con ellos momentos gratos, enriquecer su imaginación, sus intereses, su curiosidad. Y una parte de lo que vivan y experimenten se guardará como dulces memorias de infancia que más tarde les ayuden a comprender a sus propios hijos y a lo que se puede hacer de bueno dentro de la familia.
Para el que puede poner un árbol navideño y colocar al pie un “nacimiento”, los nacimientos que luego se guardan y quedan como un pequeño, aunque querido, patrimonio para las familias, equivale a dar una dosis de magia a una casa, transformarla con colores y luces. Y para esto es suficiente papel brillante, unas tijeras, pegamento: pueden hacerse estrellas, adornos para el árbol, firmamentos simulados. El límite es la imaginación de cada cual, por lo que se debe alentar a los niños a aportar sus propias ideas.
En muchas ciudades los ornamentos navideños, en calles, plazas, centros comerciales y edificios, contribuyen a la alegría general, como se hacía en San Salvador hasta que inició el despanchurramiento. Las luces, las guirnaldas de colores, los “santas” en las ventanas, todo contribuía a acentuar la alegría de la Navidad y la felicidad de niños y adultos.
Llegaron del Oriente, guiados por la radiante estrella
Hay varias plazas y calles capitalinas que están arregladas, iluminadas, alegres y sugestivas. Y eso puede verse en las grandes capitales del mundo que no están muy golpeadas en su economía. En Centro-América destaca la Ciudad de Panamá, cuya vía costera está deslumbrante con motivos navideños.
En cada país las celebraciones tienen mucho en común pero con toques regionales o locales. En España se intercambian regalos para la fiesta de los Reyes Magos, que, para muchos, hace sentido pues los Tres Reyes llegaron de Oriente, según la leyenda, portando oro, Incienso y mirra; el tema es uno de los favoritos del arte occidental y simboliza las tres edades del hombre: uno de los Reyes es joven, el otro maduro y el tercero viejo.
La Navidad es la fiesta de los niños, la fiesta familiar cuando se puede tener un ambiente diferente, festivo, que culmina con la cena de la familia. Es cuando los niños comen algo diferente, platos que, para ellos son novedosos, que quedan en el recuerdo y que al llegar a mayores, añoran por repetir. Es la ocasión en que algunos niños, más grandecitos, prueban su primer sorbo de vino y su primer cigarrillo so pretexto de encender cohetes.
La mayoría de familias se esmera para que la reunión de Nochebuena sea especial, tranquila, tenga alegría y amor. Cada vecindario debe esforzarse para que haya paz, armonía, cordialidad y buenos sentimientos en su seno.