“Después de la fiesta electoral, la goma electoral”

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Por Elizabeth Castro

12 March 2018

Si el día de las elecciones es una fiesta, hoy estamos sufriendo una fuerte resaca poselectoral. Con un escrutinio final a medias podemos anticipar dos cosas: que muchos personajes impresentables continuarán en la Asamblea Legislativa y los concejos y que el Tribunal Supremo Electoral otra vez está en deuda con el país al verse cuestionada la transmisión de actas y el conteo de los votos.

Uno de los síntomas de la goma electoral se refleja en las náuseas que provoca el hecho de ver que continuarán en la Asamblea Legislativa y concejos varios personajes cuestionados por corrupción, enriquecimiento ilícito, decisiones dudosas, ignorancia, o a quienes han hecho del servicio público una forma fácil de vivir y no producen resultados visibles. En esta elección se dio un paso al dejar a un par de impresentables fuera, pero falta mucho por hacer en la conciencia y educación del electorado.

Pero el peor síntoma de la goma es el dolor de cabeza que nos está haciendo pasar el Tribunal Supremo Electoral. Tuve la oportunidad de ser observadora electoral en distintos centros de votación y mi primera impresión fue buena: la instalación y el desarrollo del trabajo de las Juntas Receptoras de Votos se realizó de forma decente y no sucedió el caos que varios pronosticaban con la ciudadanización de estos organismos temporales electorales. La ciudadanía que salió sorteada y los que voluntariamente fueron a colaborar con el proceso de votación cumplieron; hicieron lo posible por hacer su trabajo de la mejor manera, a pesar de la poca anticipación con que el Tribunal brindó las capacitaciones.

El problema vino cuando al Tribunal Supremo Electoral le tocó aparecer a hacer su parte. El lunes nos levantamos con la sorpresa que muchas caras nuevas estaban despuntando en el conteo, con lo cual se renovaría la Asamblea Legislativa; pero no, todo fue un error de programación y el script nos mató cualquier ilusión de ver a varios candidatos fuera.

La empresa contratada para transmisión y conteo tuvo un desliz de principiante y la elección del 2018 quedará marcada por el “error humano” cometido por Smartmatic. Un error que pudo enmendarse en cualquiera de los simulacros que ejecutó el Tribunal en semanas anteriores y que tuvo que ser comunicado a la población al momento de saberse y no hasta el final del día. A la fecha, el Tribunal no ha transparentado de manera técnica y adecuada en qué consistió el error, quién lo cometió y cómo se deducirán responsabilidades.

Aunque un error haya sido simple, en un ambiente tan polarizado como El Salvador, cualquier mal movimiento huele a fraude electoral. Eso es lo que ahora percibimos en el desarrollo del escrutinio final; desde la semana pasada los ánimos se encuentran caldeados en las mesas en el Cifco y surgen muchos cuestionamientos sobre hasta dónde llega la intervención de los partidos políticos en el conteo y el rol del Tribunal Supremo Electoral y la Fiscalía General de la República como garantes de la legalidad.

A todos los involucrados en el escrutinio final debe quedarles claro que en sus manos tienen la voluntad del pueblo expresada en los votos. Tienen que ser transparentes y claros en la forma en que se asignan preferencias, en el fraccionamiento de los votos cruzados y dejar a un lado cualquier tipo de negociación para salir rápido del conteo. El Tribunal Electoral tiene que recordar que es Supremo y corregir los errores que se presenten en el escrutinio final. Mientras que la Fiscalía tiene que estar pendiente que todo se realice bajo el marco de la legalidad; estas dos instituciones tienen que asumir el rol que les corresponde en un Estado de Derecho.

Desde el fiasco del 2015, el Tribunal Supremo Electoral tuvo tres años para planificar de manera adecuada las presentes elecciones. Aun así, el presidente de este organismo continúa culpando a la Sala de lo Constitucional de su dejadez y falta de organización. En este momento todavía tienen la oportunidad de reivindicar los errores humanos que ha puesto en duda su capacidad de administrar estas elecciones. Pónganse serios, es la legitimidad de la democracia lo que está en las mesas del escrutinio final.

Columnista de

El Diario de Hoy