No obstante el pelo, o mejor dicho, la “peluca”, que metió en la sopa del proceso electoral, el error en el “script” de Smartmatic (…y sepa Dios lo que eso significa, porque ninguna autoridad se dignó a explicar detalladamente al pueblo en qué consistió realmente el error), considero que el proceso electoral resultó ser aceptablemente confiable, funcional y cívico. Como siempre, el gran ganador fue el pueblo salvadoreño, el cual, sin incidentes relevantes, se volcó a las urnas a depositar en paz y de forma civilizada y responsable, el voto por los políticos de su preferencia.
Resulta conveniente ahora hacer un resumen de las enseñanzas que nos dejaron las votaciones:
1. El pueblo ha madurado. A partir de los resultados de estas elecciones, los políticos deben entender que a los votantes ya no se les puede dar atol con el dedo. “Las elecciones se ganan con tamales”, decían. Nacas, esos tiempos ya pasaron. Con pena ajena, los ciudadanos veíamos como los políticos de todos los colores y sabores, andaban para arriba y abajo repartiendo huacales, escobas, lentes, vasos plásticos, “canastas de ayuda solidaria”, como si las familias solo comieran o tuvieran necesidad de tales productos, únicamente durante el período electoral. La realidad es una: los electores queremos trabajo, progreso y libertad… ¿quieren láminas para el techo? Pues no gracias, lo que quieren es tener trabajo para poder comprárselas ellos mismos.
Un consejo para los nuevo diputados: promuevan una ley que califique como delito que un político o un partido político ofrezca o entregue bienes a los posibles votantes, a cambio de su simpatía electoral.
2. No hay ganadores, pero hay un claro perdedor. Sería bastante miope que ARENA, a partir de los simples resultados electorales, se considere el ganador de las elecciones. Por esta vez, la matemática legislativa no nos sirve para indicarnos a donde están las preferencias del pueblo. De hecho, ARENA obtuvo menos votos para diputados que en la elección pasada (7.3 % menos, para ser exactos), y para la alcaldía de San Salvador obtuvo un 50 % menos que la de Norman Quijano, y un 35 % menos que para la de Edwin Zamora… y aun así ganó ¿por qué? Porque simplemente Jackeline Rivera era una muy mala carta por parte del FMLN.
Respecto a la elección a diputados pasó otro tanto. Incluso el voto duro del Frente, quienes no dejan ser salvadoreños que se la están pasando a palitos como todos los demás, ya entendieron que nada bueno trae al país el endeudamiento galopante con el que la bancanda legislativa del Frente ha hundido las finanzas públicas; que, aunque sea “mi compa”, no es positivo para la nación que uno de nuestros diputados esté señalado por supuestas actividades de narcotráfico y lavado de dinero; y que, de haber tenido la posibilidad, por haber tenido más diputados, el Frente hubiera cumplido su amenaza de “tomarse el Órgano Judicial”, nombrando a sus cheros como magistrados de la Sala de lo Constitucional.
El pueblo, con su voto, ha dicho un rotundo “NO” a esas pretensiones, rechazo que se materializó —no migrando a una opción de derecha— sino absteniéndose de votar o votando nulo, afectando con ello la cantidad de curules asignados al partido de gobierno.
Varios líderes del FMLN han expresado públicamente: “Estamos analizando e interpretando el mensaje del pueblo”. Pues, por si aún no lo han entendido, acá les cuento lo que sus votantes le mandaron a decir: “somos de izquierda, sí, pero no queremos ser de “esa izquierda”. No queremos que en El Salvador se implemente el Socialismo del Siglo XXI, que tanta hambre y miseria humana han provocado en Venezuela. Cuba, Fidel, el Ché Guevara y el Foro de Sao Pablo nos importan un pepino, queremos progreso, trabajo y libertad”.
Si no han entendido el mensaje, el FMLN seguramente irá, gradualmente, perdiendo relevancia en la política nacional, marcando con su declive el ascenso de otra opción de izquierda democrática, que se encuentre más en sintonía con las aspiraciones del pueblo.
Abogado, máster en Leyes.
@MaxMojica