Ernesto de Jesús Durán está próximo a graduarse en la Universidad de El Salvador como Licenciado en Educación Física; en eso se parece a cientos de otros muchachos que, como él, están a punto de coronar su sueño de contar con una profesión, como herramienta para ganarse honradamente la vida. Lo extraordinario de este caso, es que Ernesto de Jesús vivió en la calle desde que tuvo 9 años, experimentando desde su niñez, lo que es tratar de sobrevivir en la orfandad y la indigencia.
Su padre fue un simple vector biológico de reproducción. Su madre lo abandonó en su natal San Miguel, encargándolo con una familia que vivía en la vecindad. Ernesto de Jesús nunca los conoció. Algún tiempo después, su abuela materna, doña Paula, lo mando a traer para criarlo en su hogar. Ella fue la única madre, el único apoyo, el único refugio que el cipote conoció en su infancia.
De su abuela aprendió el valor de la laboriosidad. Canasto sobre su cabeza, doña Paula se llevaba al cipote a cortar café al volcán de San Salvador. Las jornadas iniciaban a las 3:00 de la mañana y se prolongaban hasta las 2:00 de la tarde, bajo el sol. Días duros para un niño de su edad, pero lo que nunca imaginó, es que años después esa mística de trabajo, sacrificio y esfuerzo, aprendida de su abuela, sería la clave para alcanzar el éxito en el futuro.
Por aquellas vueltas inexplicables que da la vida, doña Paula falleció cuando el cipote cumplía sus 9 años. Desde esa edad, junto a su hermana mayor (a quien su abuela también criaba), se quedaron solos en su casa de lámina y cartón. Días después de la muerte de su abuela, un pariente, en una borrachera, vendió las láminas de la casa, perdiendo lo único que les brindaba una mínima sensación de protección y seguridad.
Desde esa fecha no hubo más opción que vivir en la calle y experimentar en carne propia lo que miles de niños y jóvenes viven a diario en El Salvador: desamparo, pobreza, exclusión, crimen y soledad. Para Ernesto de Jesús, las promesas de los políticos eran un canto de sirena. Tan ajenas y tan llenas de fantasía e irrealidad, como las historias de la Ciguanaba y el Cipitío, que le contaba su abuela.
“Lloraba. Miraba a los niños que jugaban, que les daban alimento, ropa. Yo deseaba tener ese amor de padres”, expresa sumergido en sus recuerdos. Barrer las calles, recoger basura, hacer mandados y repartir periódicos fueron algunos de los primeros trabajos del niño a cambio de comida. La caridad de los vecinos le brindaba un cobijo ocasional: dormía bajo la mesa del comedor, un cartón hacía de cama, un trapo trataba de imitar una sábana. Pero desde esas noches de insomnio, hambre y soledad, soñó con estudiar y ser empresario. Y es que no hay mejor maestra y motivación para superarnos, que tener necesidad.
Para hacer realidad ese sueño, trabajó como albañil, jardinero, mesero y ordenanza, trabajos dignos que le brindaron una fuente de ingresos honestos para alcanzar sus metas. Con responsabilidad, tenacidad, esfuerzo e iniciativa empresarial, con la mente puesta en sus estudios, poco a poco ha ido alcanzando sus sueños de progreso.
Ahora, a punto de graduarse de su carrera universitaria, maneja su propia empresa de producción de alfajores. Para mantenerla, en algunos casos ha dejado de comer, con tal de poder pagar materia prima, impuestos y proveedores. Sacrificios a los que muchos empresarios como él, están acostumbrados. A Ernesto de Jesús le da risa cuando escucha eso de que “ser empresario es chiche” y piensa que solo al que nunca ha tenido una empresa se le puede ocurrir eso de que “solo es soplar y hacer botellas”. Estudio, iniciativa, sacrificio, entrega y responsabilidad son los ingredientes que todo empresario debe de tener, para forjarse un futuro con éxito.
El ejemplo del joven y muchos como él, que pasaron de la pobreza al progreso por medio del esfuerzo y sacrificio personal, nos hace entender que el que quiere puede, y que no es con regalos ni subsidios del gobierno que se logra vencer la pobreza, sino con un gobierno abierto, transparente e inclusivo, que nos permita tener oportunidades de progreso para todos.
Este 4 de marzo, no caigas en la trampa de esos que te llaman a no votar, para dejar espacio para que los votos duros sean los que decidan el futuro del país. Acude a las urnas y vota. Vota pensando en cuál de las opciones políticas te va a permitir progresar a ti y a los tuyos, y cual quiere comprar tu voto, regalándote baratijas, mientras nos mantiene hundidos en la miseria.
Abogado,máster en leyes.
@MaxMojica