La pobreza en El Salvador: un callejón con salida

Lo que estamos viviendo ahora es el resultado de haber priorizado lo económico sobre lo social. Es fruto de apostar históricamente a remediar y no a prevenir. Es la consecuencia de privilegiar una política social de alivio.

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Conocedora del poder de la educación, Leti hace todo lo posible para que su hijo no abandone sus estudios y trabaje en mecánica de aviones. Foto por Menly Cortez

Por Jimmy Vásquez

17 February 2018

Por Jimmy Vásquez

Especialista en

Políticas Sociales de

Unicef El Salvador

“En una nación libre, donde los esclavos no son permitidos, la riqueza más segura consiste en una multitud de pobres laboriosos”, afirmaba el filósofo Bernard de Mandeville, resumiendo el pensamiento y paradigma en torno a la pobreza hacia el año 1715.

En aquel entonces, la pobreza no solamente era aceptada, sino que era vista como una precondición esencial para el desarrollo económico y la competitividad de las naciones. Trescientos años después, el pensamiento económico y social ha evolucionado.

La pobreza no solamente ha dejado de ser considerada condición para la competitividad, sino que ha pasado a ser, junto al crecimiento del PIB, uno de los indicadores para medir la prosperidad de las naciones. Es más, se ha demostrado que la pobreza se puede erradicar al cabo de una generación.

¿Cómo se arranca de raíz este fenómeno? Indiscutiblemente es necesario ir al origen. Esto es precisamente lo que Leticia Mejía realiza en la historia que acompaña a esta columna: expresa en primera persona cómo ella y su grupo familiar llegaron a estar en situación de pobreza y cómo pudo evitarse. Leticia tiene 51 años de edad. Enviudó hace 11 años. De niña, las condiciones de pobreza de sus padres le limitaron el estudio. Con esfuerzo personal logró conseguir el noveno grado. Su sueño era ser enfermera.

De adulta jamás cotizó, porque nunca tuvo trabajo fijo: canasteó, limpió casas, abonó maizales y más. Como resultado de ello, según cifras oficiales de DIGESTYC (EHPM, 2016), Leticia forma parte del 68.6% y 54.7% de hogares salvadoreños con falta de acceso a seguridad social y en situación de subempleo e inestabilidad del trabajo, respectivamente. Las largas jornadas laborales que implica el subempleo significaron “dejar depositado con alguien más a su hijo”, mientras se procuraba un ingreso.

No cuenta con acceso a servicios de salud, agua potable y saneamiento, como el 9.9%, 21.6% y 44.8% del total de hogares, respectivamente. Vive en condiciones de hacinamiento (43% de los hogares), y con materiales inadecuados de piso, pared y techo (20.1% y 5.4%, de hogares en el país, respectivamente). “Hay días que comemos y otros no”, decía en su entrevista, sumando a la terrible estadística del 23.5% de hogares salvadoreños con inseguridad alimentaria.

En suma, las condiciones de Leticia y su familia le llevan a formar parte del 34% de hogares en El Salvador que viven con 7 privaciones o más a la vez, es decir, en situación de pobreza multidimensional. ¿Cómo es posible que después de casi 200 años de Independencia, El Salvador no haya sido capaz de independizarse de la pobreza?

La evidencia indica que las políticas públicas implementadas han fallado en priorizar la formación y potenciación de las capacidades humanas en los años más cruciales de la vida. La historia de los miles como Leticia en situación de pobreza, nos enseñan que “la pobreza la hemos creado con nuestras políticas y teorías poco imaginativas y trasnochadas”, como señalaba el Premio Nobel de la Paz, Muhammad Yunus.

Lo que estamos viviendo ahora es el resultado de haber priorizado lo económico sobre lo social. Es fruto de apostar históricamente a remediar y no a prevenir. Es la consecuencia de privilegiar una política social de alivio, identificando y atendiendo a quien cayó en pobreza, “esperando que luego de acompañarles por un tiempo lo suficientemente largo se rompa el círculo generacional que reproduce la pobreza”, como señala el Mapa de Pobreza del año 2005.

Mientras tanto, las cifras nos indican que 4 de cada 10 hogares con presencia de niños, niñas y adolescentes viven en pobreza multidimensional. Cerca de la mitad de hogares con niños entre 0 a 6 años viven en pobreza multidimensional. Los datos son alarmantes, puesto que la pobreza en estos años impacta la atención, control de impulsos, memoria, vocabulario, comprensión del lenguaje, entre otras capacidades humanas clave para la vida (Lipina, 2016).

En vísperas del Bicentenario que le dio origen como nación, si El Salvador quiere independizarse, esta vez de las cadenas de la pobreza y desigualdad, debe hacer un cambio de paradigma: pasar del enfoque de alivio a una política social que, en su vocación de prevención de la pobreza en sus múltiples formas, centre esfuerzos en la infancia. Vivimos tiempos de oportunidades. Un mejor El Salvador es posible.