Maritza Gutiérrez se despidió de su familia cuando tenía 14 años. La quimioterapia que le estaban aplicando para contrarrestar la leucemia fue demasiado para su cuerpo, sus pulmones se rindieron y, por primera vez, durante todo el proceso de tratamiento, Maritza también se dio por vencida.
“Siempre los voy a llevar en mi corazón y ustedes nunca me olviden”, le pidió a uno de sus hermanos.
Maritza quedó inconsciente y despertó casi una semana después en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Rosales. Ella no lo sabía en ese momento, pero su mejora acababa de ir en contra de los pronósticos de los médicos y había superado las dificultades que su familia había enfrentado durante esos días.
Maritza despertó y se permitió soñar de nuevo. Se aferró a la promesa que le habían hecho sus padres mientras ella estaba al borde de la muerte: celebrar su fiesta de 15 años aunque no los había cumplido aún.
La promesa de sus quince se convirtió en la ilusión que le daba fuerzas para no volver a rendirse ante el calvario que había iniciado meses atrás con un dolor en el estómago.